Cuadragésimo noveno virrey BERNARDO DE GÁLVEZ




Cuadragésimo noveno virrey
BERNARDO DE GÁLVEZ
(Conde de Gálvez)
(1785-1786)


   Este joven militar nació en Málaga, hijo de don Matías de Gálvez. Sentó plaza en un regimiento de infantería y tomó parte en la campaña de Portugal, en la que ascendió a teniente. En 1756, acompañando a su tío y a su padre, intervino en varios encuentros en las guerras contra los apaches que constantemente estaban en rebelión y cometían muchos daños, asesinatos y robos. Salió herido en muchas ocasiones, hasta de gravedad.
En 1762 pasó a España y fue enviado a la campaña en Argel, donde lo hirieron también de gravedad. Su conducta en campaña, muy distinguida, le valió el ascenso a coronel y el cargo de profesor en la Academia Militar de Ávila, mientras se reponía por completo de sus lesiones. En 1779 fue enviado como gobernador militar de Luisiana, antiguo territorio francés que pasó a poder de España. En ese cargo se desempeñó con mucha distinción y se le promovió al empleo de general. Vuelto a Europa tomó parte en la campaña de Holanda. La energía y cuidadosa atención que ponía para el desempeño de las comisiones que le confiaban, sobre todo de tipo militar, hicieron que el rey lo mandara como capitán general de la isla de Cuba.
           Se había distinguido en el gobierno de Luisiana combatiendo a los ingleses y ayudando eficientemente a los colonos norteamericanos que luchaban por su independencia. En Cuba recibió el nombramiento de virrey de Nueva España, llegó a Veracruz el 26 de mayo de 1785 y entró solemnemente en la Ciudad de México a mediados de junio del mismo año. Era de trato sencillo, amable y franco. Se presentaba en público en una carretela de dos caballos, descubierta, que muchas veces él mismo conducía; asistía a las corridas de toros y a romerías y fiestas públicas, siendo recibido con alegría y aplausos.
          Llegó a ser muy popular, aunque se le criticaba principalmente por parte de la Audiencia por su carácter, que parecía poco formal. Cuando hubo heladas y hambre, de su propio dinero y de otro que obtuvo prestado compró maíz y frijol para dar a los necesitados. Abrió obras públicas, para dar trabajo a la gente. Reconstruyó el Castillo de Chapultepec, que era una casona abandonada; comenzó la instalación del alumbrado público y la construcción de las torres de Catedral, así como la continuación de las obras del camino a Acapulco. Como supiera que los indios eran llevados a ese trabajo a grandes distancias y sin abonarles jornal, dispuso que se impidiesen tales abusos. Se ocupó de intensificar las labores en los campos, para aumentar la producción y evitar la escasez de maíz y frijol, que continuaba.
          Hizo que su hijo, que era todavía un niño sentase plaza como soldado en un regimiento y con ese motivo dio una magnífica fiesta en la azotea de palacio. En cierta ocasión, dirigiéndose el virrey, montado a caballo, a reunirse con la Audiencia, se encontró con una escolta que llevaba a tres reos al patíbulo; suspendió la ejecución y después obtuvo su libertad. La nueva España estaba muy satisfecha con el virrey y lo supo el ministro Floridablanca, quien lo felicitó y lo hizo subdelegado de correos, postas y estafetas, al mismo tiempo que le otorgó una partida de dinero para reforzar las guarniciones de las Provincias Internas y combatir a los indios bárbaros que cometían muchas depredaciones.
          Empero la Audiencia no estaba de parte del virrey; hizo saber que la popularidad de Gálvez era sospechosa y que hasta podría alzarse con la Nueva España. La Corte reprendió al virrey severamente, lo que hizo que se convirtiera en un ser melancólico y huraño. Empezó a sentirse enfermo, dejó de salir y estuvo en cama. Una enfermedad nerviosa, probablemente de origen hereditario, lo llevó a la tumba el día 30 de noviembre de 1786. Murió en el palacio arzobispal de Tacubaya; fue trasladado el cadáver a la ciudad para ser sepultado en el cementerio de San Fernando.

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