Sexagésimo primer virrey JUAN RUÍZ DE APODACA (Conde del Venadito)




Sexagésimo primer virrey
JUAN RUÍZ DE APODACA
(Conde del Venadito)


(1816-1821)Nació en Cádiz el 3 de febrero de 1754. Hijo de familia de comerciantes acomodados, ingresó en la Armada como guardia marina y tomó parte en la campaña contra los piratas argelinos, ascendiendo a alférez de fragata; estuvo en la América del Sur y en Inglaterra.

De 1781 a 1790 fue comandante de navíos de línea y después se encargó de las obras de reconstrucción de la dársena de Terragona. En octubre de 1802 fue nombrado comandante del arsenal de Cartagena, ya como jefe de escuadra, e hizo mejoras de gran importancia. Cuando sobrevino la invasión napoleónica tomó a su cargo la exigua flota espñola, cuya parte poderosa había sido destruida en la batalla de Trafalgar. Fue embajador plenipotenciario en Inglaterra y ejerció el cargo de capitán general de La Florida y de Cuba, el que desempeñó con tacto y recto criterio. Por sus servicios distinguidos fue agraciado con las cruces militares de San Fernando y San Hermenegildo.
          Aunque fue nombrado virrey de la Nueva España desde principios de 1816, hasta el 20 de septiembre del mismo año recibió el mando de manos del conde de Calderón, en los momentos en que el país se encontraba en estado de turbulencia. El nuevo virrey ofreció el indulto a los insurrectos. El carácter de Apodaca, inclinado a la compensión y a la clemencia, produjo muy buenos resultados. Muchos insurgentes aceptaron el perdón, dio la orden de que por ningún motivo se fusilase a quienes cayeran prisioneros. Prohibió que los muchachos volaran "papalotes", porque eso representaba un serio peligro ya que lo hacían desde las azoteas; revisó las cuentas y encontró que Calleja las había llevado con mucho cuidado; suspendió los empréstitos y sólo se sujetó a la recaudación de aduanas, impuestos y otras cuentas normales de la hacienda.
          La sociedad en general sintió simpatía por el virrey y parecía que la revolución iba apagándose por completo cuando se supo en México que el día 17 de abril de 1817 había desembarcado el caudillo liberal español don Xavier Mina, en Soto la Marina, de donde se puso en marcha con 308 voluntarios hacia el interior del país, para unirse a los insurgentes del Fuerte del Sombrero. Apodaca envió contra Mina y sus aliados una fuerte columna al mando del mariscal de campo don Pascual Liñán, quien después de una activísima campaña hizo prisionero a don Xavier Mina en el rancho del Venadito, cerca de Silao. Por esa victoria y siguiendo la costumbre napoleónica tan en boga, el virrey recibió el título de conde del Venadito, del cual muchos se burlaron.
          Recibió el flamante conde instrucciones de redoblar la vigilancia de las costas, porque se sabía que los marineros ingleses Cochrane y Wilson alistaban una expedición a la Nueva España; algunos insurrectos mexicanos reunidos en Nueva York y en Matagorda compraron un barco armado, con el que amenzaban el comercio de cabotaje en el Golfo de México, capturaron a una goleta armada por el comercio de Veracruz e hicieron fusilar al capitán. Como los ingleses y franceses, después de las guerras napoleónicas, se ocuparon mucho en ayudar a la independencia de las posesiones españolas, España estableció tres consulados en los Estados Unidos, que se encargaban de sus negocios y también de estar alertas sobre posibles intervenciones en la Nueva España como la de Guillermo Robinson que tenía grandes proyectos para darle nuevo impulso a la revolución, empezando por apoderarse de Altamira y Tampico, donde fue hecho prisionero y remitido a Cádiz, pero logró fugarse con la ayuda de los ingleses, en Gibraltar.
          Calleja había dispuesto que el depósito de tabaco de México se convirtiese en una fortaleza a la que el pueblo ha llamado la Ciudadela, donde Apodaca hizo almacenar armas y municiones que fueron poco a poco robadas. Apodaca ordenó que el brigadier don Francisco Novella recibiese el cargo de gobernador de la Ciudadela, pero la Audiencia se opuso. A Novella no le pareció digna de su empleo esa comisión y se enemistó con el virrey, por lo que a la larga Novella se le encargó destituyera a Apodaca. Este en verdad durante su gobierno tuvo más problemas suscitados por angloamericanos e ingleses que buscaban la independencia de la Nueva España para su particular conveniencia económica y de expansión territorial desde Estados Unidos, que por los grupos de sublevados que se mantenían en algunos fuertes en El Bajío, Veracruz y en el sur, sin que representara ninguno un serio problema.
          El 1º de enero de 1820 estalló en un lugar llamado Cabezas de San Juan, en la costa andaluza, la revolución el coronel don Rafael de Riego pidiendo la restauración de la Constitución de 1812 que había sido abolida por el déspota Fernando VII, quien amedrentado volvió a jurarla el 8 de marzo. Se dieron órdenes para que fuese jurada de nuevo la Constitución, en toda España y sus posesiones. En agosto el bergantín "Corza" trajo la disposición a Nueva España y Apodaca, por consejo de la Audiencia, no quería darla a conocer sino hasta que se resolviera lo que se estaba tratando en juntas secretas en la iglesia de La Profesa, las que acordaron declarar la independencia de la Nueva España para ofrecer su trono a Fernando VII y que éste gobernase en forma absoluta, sin Constitución alguna. Empero se necesitaba la acción de un jefe militar de prestigio. Entonces Apodaca propuso a Iturbide, relevándolo del proceso que se le seguía por los desmanes que había cometido en El Bajío. El general don Agustín de Iturbide recibió el mando de las tropas en el sur, al que había renunciado el coronel Armijo. Iturbide, quien tenía sus propias ambiciones, atrajo al jefe insurgente al que iba a combatir, general don Vicente Guerrero y de común acuerdo proclamaron la Independencia de México.
          El pueblo de Iguala, en el actual estado de Guerrero, fue formulado el plan que lleva su nombre, el día 2 de marzo de 1821. Se invitaba al virrey Apodaca a que se pusiera al frente del movimiento libertario. Apodaca rechazó el ofrecimiento, declaró traidor al rey a Iturbide y lo puso fuera de la ley enviando tropas a combatirlo; pero en todas partes se sublevaron esas tropas, reconociendo a Iturbide como su jefe y sumándose al movimiento libertario.
          Los realistas declararon inepto a Apodaca y el 5 de junio de ese mismo año aglunos jefes militares resolvieron destituirlo, quedando al general don Francisco Novella como encargado del mando militar y del gobierno. Apodaca fue enviado a España para que se le instruyese proceso, del cual salió absuelto; se le restituyó en el servicio y murió en Madrid el día 11 de enero de 1835, siendo capitán general de la Armada española.

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