Trigésimo tercer virrey JUAN ORTEGA Y MONTAÑÉZ




Trigésimo tercer virrey
JUAN ORTEGA Y MONTAÑÉZ
(1701-1702)

          
Este virrey ordenó se suspendiera el envío de presos y delincuentes de la Nueva España a Puerto Rico, como lo había dispuesto el conde de Moctezuma.

A consecuencia de la alianza de Austria, Holanda e Inglaterra contra Francia y España para impedir la coronación de Felipe de Anjou como Felipe V de España, iba a empezar la guerra.
          El nuevo virrey recibió la información de que se encontraba en La Habana el conde de Chateau-Renaud con una escuadra francesa, para conducir la flota que llevaba a la metrópoli los caudales de América. Se produjo una discusión entre el virrey y la Audiencia; ésta pedía que no se le confiaran los dineros y efectos de valor al francés, sino hasta que presentara una orden expresa del rey. El virrey hizo saber que él debía ordenar lo que se tenía que hacer, porque las consecuencias que sufriera la Corona serían de su responsabilidad.
          Salieron los barcos de carga de Veracruz, el 12 de junio de 1701, escoltados por la flota de Barlovento al mando del almirante don Manuel de Velasco, conduciendo cinco millones de pesos. Los ingleses y holandeses, que supieron de la remisión, se situaron con sus escuadras cerca del puerto de Cádiz, por lo que los hispano-franceses resolvieron llegar a Vigo, donde se trató de hacer la descarga; pero los comerciantes de Cádiz se opusieron, recurriendo a la opinión del Real Consejo de Indias. Entre tanto los ingleses y holandeses se presentaron frente a Vigo y atacaron con gran potencia puesto que tenían mucha superioridad en navíos.
          La resistencia se hizo con valor y decisión, pero resultó inútil; se perdieron todas las naves, unas fueron destruidas por el fuego y otras cayeron en poder del enemigo. El almirante Velasco hizo arrojar al mar mucho de la mercadería y caudales antes que dejarlos en manos de los anglo-holandeses. Las pérdidas fueron enormes, murieron más de 2000 marineros franceses y españoles. La flota hispana quedó reducida a la nada.
          Un año gobernó esta última vez el arzobispo, puesto que el 27 de noviembre de 1702 marchó a Otumba al encuentro del nuevo virrey, a quien le entregó el mando. Volvió a ocupar la sede arzobispal de México, hasta que murió en esta capital el día 16 de diciembre de 1708.

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