Miguel Hidalgo y Costilla




Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mondarte Villaseñor (Hacienda de Corralejo cerca de Pénjamo, Guanajuato, 8 de mayo de 1753 – Chihuahua, Chihuahua, 30 de julio de 1811) fue un sacerdote y militar que destacó en la primera etapa de la Guerra de Independencia de México, que inició con un acto conocido en la historiografía mexicana como Grito de Dolores. Dirigió la primera parte del movimiento independentista, pero tras una serie de derrotas fue capturado el 21 de marzo de 1811 y llevado prisionero a la ciudad de Chihuahua, donde fue juzgado y fusilado el 30 de julio.

En junio de 1765 Miguel Hidalgo junto a su hermano José Joaquín, partió a estudiar al Colegio de San Nicolás Obispo,[2] ubicado en Valladolid, capital de la provincia de Michoacán. El colegio había sido fundado en 1547 por Antonio de Mendoza, primer virrey de Nueva España, quien entregó la universidad y el edificio donde se alojaba a los miembros de la Compañía de Jesús, que instituyeron cátedras de latín, derecho y estudios sacerdotales. Fue en esta casa donde los hermanos Hidalgo estudiaron hasta 1767.


El 25 de junio de 1767 los jesuitas fueron expulsados de los territorios del Imperio español por órdenes del Rey de España Carlos III, y su ministro, el Conde de Floridablanca. El colegio permaneció cerrado unos meses y en diciembre se reanudaron las clases.


En esta institución, Hidalgo estudió letras latinas, leyó a autores clásicos como Cicerón y Ovidio, y a otros como San Jerónimo y Virgilio. A los diecisiete años de edad ya era maestro en filosofía y teología, por lo que entre sus amigos y condiscípulos se ganó el apodo de "El Zorro", por la astucia que mostraba en juegos intelectuales. Aprendió el idioma francés, y leyó a Molière, autor a quien años más tarde representaría en las jornadas teatrales que él mismo organizaba siendo párroco de Dolores. Gracias al contacto que tuvo con los trabajadores de su hacienda en su infancia, la mayoría de ellos indígenas, Hidalgo aprendió muchas de las lenguas indígenas habladas en Nueva España, principalmente otomí, náhuatl y purépecha, ya que la zona de Pénjamo era una de las regiones con mayor diversidad de grupos indígenas y de contacto entre el mundo nativo y el español. Todos estos conocimientos permitieron a Miguel Hidalgo impartir clases de latín y filosofía a la vez que seguía sus estudios. Una vez que los culminó, trabajó en su alma máter desde 1782 a 1792, muchas veces como tesorero, otras como maestro y desde 1788 como rector.

La invasión francesa a España, en 1808 produjo en el virreinato la crisis política de 1808 en México, caracterizada por el derrocamiento de Iturrigaray a manos de los españoles, seguido de la captura y ejecución de políticos afines a las ideas independentistas, como Francisco Primo de Verdad y Ramos y el fraile peruano Melchor de Talamantes. En lugar de Iturrigaray fue nombrado un militar alcalaino Pedro de Garibay, quien en mayo de 1809 fue sustituido por el Arzobispo de México, Francisco Xavier de Lizana y Beaumont. En diciembre de ese mismo año se descubrió la Conjura de Valladolid, conspiración cuyo único fin fue crear una junta que gobernara al virreinato en ausencia de Fernando VII, preso en Bayona. Los culpables fueron arrestados y sentenciados a muerte, pero el arzobispo virrey les perdonó la vida condenándoles a cadena perpetua, razón por la que Lizana fue destituido en abril de 1810 por la junta de Sevilla. Como nuevo virrey fue designado un militar participante de la Batalla de Bailén, el teniente coronel Francisco Xavier Venegas de Saavedra.

En 1808 se documentó en Dolores la llegada de un agente francés al servicio del general Moreau, enemigo de Napoleón. El agente dio su nombre como Octaviano D'Almíbar, dijo que estaba en misión rumbo a los Estados Unidos de América y en octubre del mismo año desapareció sin dejar huella alguna.

Cuando Andalucía cayó en manos de los franceses, en la primavera de 1810 toda España ya estaba en poder del ejército napoleónico. La Archidiócesis de Zaragoza, encargada de los asuntos religiosos en toda la metrópoli, ordenó a los párrocos de todo el imperio predicar en contra de Napoleón. Hidalgo siguió esta orden. Mientras tanto, en Querétaro se gestaba una conspiración organizada por el corregidor Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortiz de Domínguez, y también participaban los militares Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Abasolo. Allende se encargó de convencer a Hidalgo de unirse a su movimiento, ya que el cura de Dolores tenía amistad con personajes muy influyentes de todo el Bajío e incluso de la Nueva España, como Juan Antonio Riaño, intendente de Guanajuato y Manuel Abad y Queipo, obispo de Michoacán. Por estas razones se consideraba que Hidalgo podría ser un buen dirigente del movimiento. Hidalgo aceptó, y se puso como fecha de inicio para el movimiento el 1 de diciembre, día de la Virgen de San Juan de los Lagos, donde muchos españoles se reunían a comerciar en una feria cercana a Querétaro. Allende propuso más tarde hacerlo el 2 de octubre, por cuestiones militares y estratégicas.

En la primera semana de septiembre arribó a Veracruz el virrey Francisco Xavier Venegas, quien de inmediato recibió información acerca de una conspiración contra el gobierno real Español en México. El intendente de Guanajuato, Riaño, ordenó al comandante de la plaza investigar sobre aquellos rumores, y el 11 de septiembre se realizó una redada en Querétaro cuyo fin fue capturar a los responsables. Se logró arrestar a Epigmenio González y se giró orden de aprehensión en contra de Allende, que escapó a una población del Bajío.

Por medio del alcalde de Querétaro, Balleza, doña Josefa fue informada de la captura de los Ibarra y se dispuso a prevenir a Hidalgo sobre el peligro que corrían. Pero antes de salir a Dolores fue encerrada en un cuarto por su marido,sin embargo la corregidora pudo contactar con Allende a través de Balleza, para informar oportunamente a Hidalgo.

En las primeras horas del 16 de septiembre, Allende arribó a la casa cural de Dolores, donde Hidalgo se hallaba pernoctando. Tras despertarlo y charlar un poco acompañados de chocolate, ambos militares decidieron lanzarse a la lucha armada antes de que los españoles destruyeran sus planes. Alrededor de las cinco de la mañana Hidalgo convocó a misa y dio el Grito de Dolores, con lo que empezó formalmente la Guerra de Independencia de México.
Fernando VII de España, cuya partida propició el inicio de la lucha encabezada por Hidalgo. Pintura de Francisco de Goya.

Con poco más de seis mil soldados Hidalgo, acompañado de Allende, Aldama y Abasolo inició la lucha. En pocos días entró, sin ninguna resistencia en Celaya y Salamanca, donde fue proclamado como capitán general de los ejércitos sublevados. En Atotonilco, entró al santuario local y tomó el estandarte de la virgen de Guadalupe, símbolo de su movimiento.

Al entrar a Guanajuato, el 28 de septiembre, Hidalgo intentó intimidar al intendente de Guanajuato, su viejo amigo Juan Antonio Riaño. Pero el marino español desistió de entregar la plaza sin derramar sangre, prefirió reunir al regimiento local para acuartelarse en la bodega más grande de toda la provincia; la Alhóndiga de Granaditas, donde también se congregaron miembros de las familias más acaudaladas de la ciudad. Hidalgo ordenó a Allende, brazo armado del movimiento, lanzar a sus tropas contra el edificio. Tras más de cinco horas de combate, el intendente salió a luchar cuerpo a cuerpo, pero fue asesinado de un balazo, que le propinó un indio. Uno de los abogados, quien legalmente debía quedarse a cargo de la intendencia en ausencia del titular,[7] intentó pactar con los insurgentes y alzó una bandera blanca en señal de paz, y la tropa rebelde cesó el ataque. El coronel García de la Corona, comandante militar de la plaza, mató al regidor y reinició las acciones bélicas. Con ayuda de un minero llamado Juan José de los Reyes Martínez, pero apodado "El Pípila", quien quemó la puerta de la bodega, los militares al mando de Allende y Aldama pudieron penetrar en la alhóndiga, y una vez dentro mataron a todos los españoles, tanto ciudadanos como militares. Acto seguido se dio el saqueo de la ciudad, con lo que los insurgentes pudieron conseguir fondos para batallas posteriores.

Valladolid, capital de Michoacán y una de las ciudades más influyentes del virreinato, fue el siguiente objetivo de Hidalgo y su tropa, quienes salieron de la ciudad de Guanajuato el 3 de octubre, y a los pocos días se dio parte en la capital de la intendencia michoacana. Todos los acaudalados, principalmente españoles, comenzaron a huir semanas antes de la toma de la ciudad. el 17 de octubre Hidalgo entró a la ciudad con su tropa y tomó parte del patrimonio del episcopado local. Para el 20 de octubre se unió a Ignacio López Rayón en Tlalpujahua, y más tarde, ese mismo día, habló con José María Morelos, en Charo. Este sacerdote, otrora exalumno suyo, pidió permiso para luchar, y a la postre se convertiría en el sucesor de Hidalgo al frente de la lucha.

Toluca cayó en poder de los insurgentes el 25 de octubre y en la capital se rumoraba que un avance de los insurgentes era inevitable. En la mañana del 30 de octubre, Torcuato Trujillo enfrentó a los insurgentes en la Batalla del Monte de las Cruces, acción en la que los realistas, inferiores en número de soldados, fueron derrotados por más de 80.000 insurgentes, quienes sin embargo perdieron gran número de efectivos. El paso siguiente para la tropa era tomar la ciudad de México, pero Hidalgo, queriendo evitar una masacre como la acontecida en Guanajuato, envió a sus emisarios a negociar con el virrey el 1 de noviembre. Tras el rechazo sufrido por parte de Venegas, Hidalgo dudó y dudó, la presión de Allende no hizo efecto y decidió retirarse al Bajío para continuar la lucha.[9] El 7 de noviembre, luego de la retirada, Hidalgo fue vencido por el brigadier y capitán general de San Luis Potosí, Félix María Calleja, en la Batalla de Aculco.

Hidalgo y Allende decidieron separarse para continuar con la lucha. El cura de Dolores marchó a Valladolid, donde se cometieron masacres de españoles y saqueos contra las propiedades de los peninsulares, situación que se repitió en Guadalajara, a donde Hidalgo llegó el 22 de noviembre. La capital de la intendencia de Jalisco cayó en manos del jefe insurgente José Antonio Torres, el mismo día de la derrota en Aculco, es decir, el 7 de noviembre. Allende, mientras tanto, se fortificó en la alhóndiga de Granaditas, donde aún estaban algunos prisioneros españoles. Cuando se supo de la proximidad de Calleja y el intendente de Puebla, Manuel Flon, Allende ordenó la ejecución de los reos. El 26 de noviembre, Calleja y Flon atacaron Guanajuato, recuperando así la ciudad minera. Allende, Aldama y Jiménez se unieron a Hidalgo en Guadalajara el 8 de diciembre.


Calleja recibió órdenes de Venegas para tomar Guadalajara y acabar así con los insurgentes. Tras unirse con Flon de nuevo, Calleja inició la marcha hacia Guadalajara al iniciar el año de 1811. En enero, los realistas capturaron algunas poblaciones importantes de la intendencia de Jalisco, como Zapopan y San Blas, ciudad portuaria donde fue vencido el cura José María Mercado, quien pereció al intentar escapar. Calleja hizo acampar a sus tropas en un paraje cercano a Guadalajara, conocido como Puente de Calderón. El 17 de enero, Hidalgo, acompañado de Allende, Rayón, Aldama y Jiménez, avanzó hacia Puente de Calderón para enfrentar a Calleja, en un hecho conocido como Batalla de Puente de Calderón, en la que en un principio la situación fue favorable a los insurgentes, pero luego de la explosión de un carro de pólvora, propiedad de la tropa de José Antonio Torres, los realistas comenzaron a ganar ventaja al punto de hacer huir a los insurgentes, quienes en la retirada perdieron dinero y efectivos.
Captura de Hidalgo


Hidalgo y Allende, los dos principales jefes de la insurrección armada, acrecentaron sus diferencias a raíz de la derrota en el Puente de Calderón. Incluso, Allende confesó haber estructurado un plan para envenenar [cita requerida] al "bribón del cura", como llamaba a Hidalgo.[10] Tras acordarlo con Aldama, Abasolo y Rayón, se acordó despojar a Hidalgo del mando militar en la Hacienda de Pabellón, Aguascalientes, el 25 de febrero, cuando los insurgentes se disponían a huir a Estados Unidos de América, para comprar armamento y seguir la lucha. Justamente por aquellos días, Allende recibió comunicación de Ignacio Elizondo, antiguo realista ahora militante en las fuerzas revolucionarias, pero no era más que un espía del gobierno virreinal. Elizondo invitó a los caudillos de la insurrección a detenerse en su zona de influencia, conocida como las Norias de Acatita de Baján, situado en la frontera de Coahuila y Texas, entonces parte del virreinato novohispano. El 21 de marzo, Hidalgo llego a las norias, para descansar un poco y seguir el camino a la Alta California. Primero llegó el contingente de Abasolo y sus soldados, quienes fueron capturados por los efectivos españoles. Poco después, y sin percatarse de la captura de Abasolo, Allende, su hijo Indalecio, Aldama y Jiménez bajaron de un coche escoltado por algunos capitanes. Tras ofrecerles algo de comer, fueron aprehendidos, pero Allende opuso resistencia y Elizondo mató a su hijo. Finalmente apareció Hidalgo, a caballo y escoltado por pocos hombres, cuya captura fue más sencilla que las anteriores realizadas, Tras enlistar a todos los presos, Elizondo envió parte a la ciudad de México y en recompensa fue nombrado coronel. Los reos fueron trasladados a Chihuahua, capital de la intendencia más cercana, donde se les seguiría juicio.

Allende, Aldama y Jiménez fueron encontrados culpables por el delito de alta traición, y se les condenó a muerte en mayo del mismo año . Abasolo aportó datos adicionales sobre la insurgencia que permitieron llevar a cabo redadas donde se obtuvo material para contrarrestar el movimiento. Su colaboración, sumada a los esfuerzos de su mujer, lograron conmutar su condena a la de prisión perpetua en Cádiz, España, donde murió en 1816. Mientras, en Chihuahua, Allende, Aldama y Jiménez fueron pasados por las armas por la espalda en la plazula de la ciudad el 26 de junio,màs tarde sus cuerpos fueron decapitados y sus cabezas enjauladas. Hidalgo fue enterado de esta noticia la misma noche de la ejecución. Pocos días más tarde, el obispo de Durango procedió a degradar al ex párroco de Dolores de su condición sacerdotal, para quedar disponible para su ejecución.


Ya en Chihuahua, Ángel Abella, comisionado como Juez por el comandante general de las provincias internas interrogó al Cura Hidalgo quien prometió decir verdad en lo que supiere y fuera preguntado. Si bien no se le dijo la causa de su prisión, se supone que es por haberse levantado para independizar de España la entonces llamada Nueva España.

Hidalgo confesó haber aprehendido europeos a las cinco de la mañana del 16 de septiembre de 1810, sin más novedad que la de unos cintarazos que se le dieron a don José Antonio Larrincia (Larrinúa); haber levantado al ejército; haber fabricado moneda en Zacatecas; haber construido cañones y armas, fabricado municiones, y depuesto autoridades, europeas o criollas, que no seguían su partido. Persiguió a muchos de éstos y sólo había muerto el Intendente.

Se le imputaron delitos de alta traición, crímenes y asesinatos, sedición, conspiración, y le obligaron a firmar una retractación por "sus errores cometidos contra la persona del Rey y contra Dios".

El proceso se alargó, con 43 declaraciones de mixto fuero. Se le colocó entre los amantes de las ideas de la ilustración y se le condenó a la degradación.

En un altar arreglado con un crucifijo sobre él en medio de dos `cirios encendidos. En una plataforma se colocaron cuatro sillones, viendo al público y dándo la espalda al altar, en los cuales se sentaron el Ministro de la degradación y tres prelados asistentes. La orden dada por Francisco Javier Olivares, Obispo de Durango la ejecutó el doctoral del mismo obispo, Francisco Fernández Valentín. Con sádica paciencia se realizó la ceremonia.

Con un cuchillo rasparon las manos y las yemas de los dedos a Don Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mondarte Villaseñor al tiempo que se exclama:

    Te arrancamos la potestad de sacrificar, consagrar y bendecir, que recibiste con la unción de las manos y los dedos...

el hábito clerical y te desnudamos del adorno de la Religión y te despojamos; te desnudamos de toda orden, beneficio y privilegio clerical; y por ser indigno de la profesión eclesiástica, te devolvemos con ignominia al estado de hábito seglar...

Luego con unas tijeras se le cortó algo de cabello y un peluquero terminó la operación, haciendo desaparecer la tonsura al tiempo de que se le decía:

    Te arrojo de la suerte del Señor, como hijo ingrato, y borramos de tu cabeza la corona, signo real del sacerdocio, a causa de la maldad de tu conducta.

Al final del ceremonial de la degradación le entregaron a los jueces de la curia. El juez Abella le conminó para que expusiera las razones que tuvo para sublevarse contra el Rey y contra la Patria. El embargo de la condena fue:

    Excomunión y pena de muerte para Miguel Hidalgo. Por profesar y divulgar ideas exóticas: partidario de la Revolución Democrática Francesa. Por disolución social: al pretender independizar a México, del Imperio español. En consecuencia, por traidor a la Patria.

         

El día de su fusilamiento pidió que no le vendaran los ojos ni le dispararan por la espalda (como era la usanza al fusilar a los traidores). Pidió que le dispararan a su mano derecha, que puso sobre el corazón. Hubo necesidad de dos descargas de fusilería y el tiro de gracia para acabar con su vida, tras lo cual un comandante tarahumara, de apellido Salcedo, le cortó la cabeza de un solo tajo con un machete, para recibir una bonificación de veinte pesos. Miguel Hidalgo murió el 30 de julio de 1811 fusilado por las fuerzas realistas.

Miguel Hidalgo y Costilla fue fusilado al amanecer, sentado en un banco, con la mano en el corazón, los ojos vendados y un crucifijo en el patio del antiguo Colegio de los Jesuitas en Chihuahua, entonces habilitado como cuartel y cárcel y que en la actualidad es el Palacio de Gobierno de Chihuahua. A pesar de haber recibido dos descargas del pelotón, no murió; por lo que el teniente al mando ordenó a dos de los soldados disparar a quemarropa sobre el corazón del padre Hidalgo, acabando así con su existencia. Su cadáver fue posteriormente decapitado y su cuerpo enterrado en la capilla de San Antonio del templo de San Francisco de Asís en la misma ciudad de Chihuahua; su cabeza fue enviada a Guanajuato y colocada en la Alhóndiga de Granaditas, junto a las de Allende, Aldama y Jiménez.

En 1821 fue exhumado su cuerpo de Chihuahua y junto con su cabeza se le enterró en el Altar de los Reyes, de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Finalmente, desde 1925 reposa en el Ángel de la Independencia, en la capital. En 1868 fue erigido en su honor el Estado de Hidalgo.

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