Biografía de Juan Ruiz




Juan Ruiz, Arcipreste de Hita
El poeta español Juan Ruiz (c. 1283-c. 1350), también conocido como Arcipreste de Hita es uno de los poetas más exuberantes no solo de la literatura española sino de la europea medieval. Muy en la línea del italiano Giovanni Boccaccio y del inglés Geoffrey Chaucer, realizó una obra culta que daba entrada a los anhelos y posición de la naciente burguesía medieval urbana. Su Libro de Buen Amor, que se conserva en la Biblioteca de la Universidad de Salamanca, y una de cuyas páginas reproduce la ilustración, es un texto fundamental de las letras españolas, una de cuyas estrofas, en cuaderna vía, recita un actor.

Juan Ruiz (c. 1283-c. 1350), también llamado Arcipreste de Hita, poeta español y uno de los poetas más desbordantes de la Europa medieval.
Se supone que nació en 1283 en Alcalá de Henares. Fue arcipreste en el pueblo de Hita (Guadalajara). Y se cree que escribió su Libro de Buen Amor en la cárcel, a la que fue enviado por orden del cardenal don Gil de Albornoz, arzobispo de Toledo entre 1337 y 1350. Siguiendo el estilo de los escritores del siglo XIII, como Gonzalo de Berceo y el anónimo del Libro de Alexandre, el extenso poema de Juan Ruiz abarca más de 1.500 estrofas en cuaderna vía, la combinación métrica y estrófica propia del mester de clerecía (aunque la norma del alejandrino se desliza hacia versos de 16 sílabas), además de un 'prólogo en prosa', los gozos y cantigas de la Virgen (con tetrasílabos combinados con octosílabos y eneasílabos), las cánticas de serrana y los cantares de ciego. Pero el tono y las intenciones del libro apuntan a una fusión entre las normas de la clerecía y el mester de juglaría: 'por vos dar solaz a todos, fablévos en juglería'.
El autor se propone, por un lado, informar e instruir a sus lectores sobre los peligros del loco amor o amor mundano, y acerca de las ventajas del buen amor o amor de Dios, pero su novedoso ingrediente, el humor —que es una de las formas de la ambigüedad—, le permite aclarar: 'Enpero, porque es umanal cosa el pecar, si algunos, lo que non los consejo, quisieren usar del loco amor, aquí fallarán algunas maneras para ello'.
Junto con el humor, se destaca el uso de la primera persona, que es a veces la del propio arcipreste y otras la del personaje Melón de la Huerta o Melón Ortiz. Este tránsito en el uso del yo acentúa ese juego dual para 'solaz de todos', pecadores y virtuosos cristianos. Desde el punto de vista de las influencias, Juan Ruiz recoge una amplia tradición que incluye las falsas vidas de Ovidio difundidas en la edad media (concretamente el De Vetula); una adaptación de la comedia elegíaca latina Pamphilus, de raíz ovidiana, de un anónimo del siglo XII; la poesía pastoril (la pastorela) provenzal y francesa que retoma bajo forma de parodia en los episodios de las serranas; las fábulas y cuentos provenientes de las colecciones orientales, las sentencias y los refranes. Debe señalarse también la coincidencia de la obra de Juan Ruiz con ciertos rasgos (especialmente el humor, la parodia y la sátira) de la literatura de los goliardos, poetas y clérigos mendicantes de los siglos XII y XIII que se burlaban de la hipocresía de ciertos dignatarios de la Iglesia y proponían el placer como respuesta a la fugacidad de la vida, cuyo testimonio más célebre, que no se difundió hasta el siglo XIX, son los Carmina Burana. En el XIV la palabra goliardo se asocia a la de 'juglar', sobre todo en la literatura inglesa y francesa.
Esta ficción autobiográfica amorosa que es el Libro de buen amor abarca los intentos de seducción por parte del arcipreste, intentos que suelen acabar en fracaso. Así le ocurre inicialmente con una 'dueña' y con una mujer llamada doña Cruz, que acaba entendiéndose con Ferrán García, el propio mensajero del arcipreste enamorado. Después de una serie de batallas y discusiones con el Amor, éste lo alecciona diciéndole: 'Quisiste ser maestro ante que disçípulo ser', le recomienda la lectura de Ovidio, le describe la mujer ideal, le aconseja que consiga una tercera en amores ('busqué trotaconventos qual me mandó el Amor'), que no beba demasiado vino tinto o blanco y que sea mesurado en todos sus actos. La ficción del yo se traslada a la figura de don Melón de la Huerta, quien requiere de amores y acaba casándose con Doña Endrina. A continuación se suceden otras aventuras amorosas, en las que desfilan diversas mujeres: una dueña, una viuda, una monja, una mora y, finalmente, las serranas, porque, como dice el narrador: 'Provar todas las cosas el Apóstol lo manda'. Al morir Trotaconventos, el arcipreste hace su planto en el que denosta a la muerte: '¡Ay Muerte! ¡Muerta seas, muerta e malandante!'.
Mención especial merecen uno de los tramos de la pelea entre el arcipreste y Don Amor (estrofas 372-387), donde se establece un paralelo entre los pasos de la seducción y las horas canónicas, antecedente del tópico literario de la 'misa de amor', como reaparece en el romance en el que los monaguillos, en lugar de decir 'amén, amén', dicen 'amor, amor'; la lucha entre Don Carnal y Doña Cuaresma, cada uno dirigiendo su propio ejército de animales y cuyo vigor plástico permite un cotejo con el cuadro de Brueghel, de 1559; el ejemplo del pintor Pitas Payas que, debiendo viajar a Flandes, dibuja un cordero en el ombligo de su mujer como prueba de castidad y a su vuelta encuentra un carnero, situación adulterina que se conecta con el texto sobre 'las propiedades que el dinero ha', que retomará Francisco de Quevedo y al que pondrá música el cantante Paco Ibáñez. El personaje del tercero en amores, que aparece ya en El collar de la paloma. Tratado del amor y los amantes, del poeta Ibn Hazm de Córdoba (siglo XI), según ha señalado Américo Castro en su comparación con el libro del Arcipreste, adquiere en la Trotaconventos el relieve de un personaje consistente que adquirirá nuevo vigor en La Celestina de Fernando de Rojas un siglo después del Libro de buen amor.


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