Biografía breve de Tito (Josip
Broz)
Josip Broz (Tito)
Tito fue el máximo dirigente de
Yugoslavia durante 35 años, después de establecer un régimen comunista a
finales de la II Guerra Mundial. Fue uno de los primeros líderes comunistas que
impidió a la Unión Soviética controlar su país.
Tito (Josip Broz) (1892-1980), presidente
de Yugoslavia, que estableció un régimen comunista independiente de la Unión
Soviética (URSS) una vez acabada la II Guerra Mundial. Fue también líder
del movimiento de Países No-Alineados.
Su verdadero nombre era
Josip Broz. Nació el 7 de mayo de 1892 en Kumrovec, Croacia (entonces parte del
Imperio Austro-Húngaro), de madre eslovena y padre croata.
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ASCENSO AL PODER
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Tito, Djilas y Rankovic
Josip Broz, Tito (en el centro),
flanqueado por dos de sus más cercanos colaboradores en el movimiento partisano
que luchó durante la II Guerra Mundial por una Yugoslavia comunista. A la
izquierda de Tito, Milovan Djilas, cuyas posteriores críticas al régimen de
Tito le conducirían a prisión en 1956. A la derecha de Tito, Alexandr Rankovic,
quien estaría al frente de la policía secreta yugoslava hasta 1966, cuando fue
víctima de una purga.
Tito sirvió como suboficial
en el Ejército austriaco durante la I Guerra Mundial. Fue herido y hecho
prisionero por los rusos. Se hizo bolchevique cuando estalló la Revolución Rusa
(1917) y, finalizada la guerra, regresó a Croacia (que entonces formaba parte
del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, más tarde rebautizado como
Yugoslavia) para participar en la fundación del ilegal Partido Comunista
Croata. Tras estar en prisión (1928-1934) y adoptar el apodo de Tito, viajó a
Moscú para participar en la Internacional Comunista (Komintern y más tarde
Kominform). Desde París trabajó en la organización de las Brigadas
Internacionales que apoyaron a la II República española durante la Guerra Civil
(1936-1939).
En 1937 la Komintern envió
a Tito de regreso a Yugoslavia para organizar y depurar el Partido Comunista
yugoslavo. Durante este periodo apoyó con gran esperanza la política dictada
por el Komintern, criticando la dominación serbia sobre los demás pueblos
yugoslavos y haciendo campaña en favor de la ruptura de la federación de
repúblicas.
Después de que la Alemania
nazi atacara a Yugoslavia y a la URSS en 1941, Tito creó un movimiento
partisano, en el que se integraron los distintos pueblos yugoslavos, para
resistir a los alemanes y a sus aliados fascistas croatas (los ustaši). En 1942
formó un consejo antifascista dominado por los comunistas, que provocó un
conflicto con los chetniks, movimiento de resistencia serbio que propugnaba
la restauración de la monarquía existente antes de la guerra. Tras fallidos
intentos de reconciliar a los dos grupos rivales, los aliados dieron su apoyo a
Tito en 1944. A finales de 1945 los alemanes fueron derrotados y el país,
desgarrado por la guerra, quedó reunificado bajo el pleno control del gobierno
de Tito. Sin celebrar referéndum alguno sobre la restauración de la monarquía o
la instauración de una república, Tito estableció un régimen dictatorial de
partido único.
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LIDERAZGO DE YUGOSLAVIA
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Jruschov y Tito
En esta fotografía de 1963 se puede ver
a los máximos dirigentes de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
(URSS), Nikita S. Jruschov (a la izquierda, en primer plano) y de Yugoslavia,
Josip Broz (Tito), paseando con sus respectivas esposas en el inicio de una
reunión oficial que tuvo lugar en la isla croata de Brijuni (Brioni). Desde que
en 1948 Tito fuera declarado por los dirigentes soviéticos un revisionista
contrario a la ortodoxia comunista, Yugoslavia hubo de esperar al fallecimiento
de Stalin en 1953 para ver cómo se reanudaban sus relaciones con la URSS. Desde
1956, el propio Jruschov, promotor a su vez del proceso de desestalinización,
inició el intercambio de visitas oficiales entre los máximos dirigentes de
ambos países.
En un principio era un
fiel seguidor de Iósiv Stalin, pero cuando el dirigente soviético criticó
algunas de sus acciones, Tito optó por desligarse de la línea oficial comunista
representada por el estalinismo. Esto supuso que el Partido Comunista yugoslavo
fuera expulsado de la Kominform en 1948. Esta acción extrema obligó a Tito a
realizar varias purgas de dirigentes prosoviéticos del partido y al control
personal del mismo, procurando sofocar cualquier disidencia nacionalista. Sus
hombres de confianza, Edvard Kardelj y Milovan Djilas, resucitaron el humanismo
marxista (el concepto de la autogestión de los trabajadores) y recomendaron
reformas económicas liberales, y una leve descentralización del partido y del
poder gubernamental (el primer paso hacia la aparición de las ocultas
tendencias nacionalistas dentro de las diversas repúblicas de la Federación
yugoslava). En la década de 1960 Tito se unió a los líderes de países africanos
y asiáticos para promover el concepto de no-alineamiento (independencia del
Tercer Mundo frente a la Unión Soviética y a Estados Unidos).
La reconciliación parcial con la
Unión Soviética (1955) realzó aún más su prestigio tanto en Yugoslavia como en
el extranjero. No obstante, la independencia de la política de Yugoslavia
continuó siendo irritante para los dirigentes soviéticos y un desafío a su
dominio sobre la Europa del Este. Tito apoyó la política soviética de
distensión con Occidente, pero rechazó las invasiones de Hungría (1956),
Checoslovaquia (1968) y Afganistán (1979). Su postura de independencia precedió
(e influyó) a los retos de China, Albania y del eurocomunismo frente a la
supremacía soviética en el mundo comunista. Tito murió el 4 de mayo de 1980 en
Liubliana tras una prolongada enfermedad. Fue enterrado en Belgrado.
Uno de los últimos personajes
influyentes en la política mundial de la posguerra, Tito controló Yugoslavia
durante 35 años. En política internacional, fue un persistente promotor de la
distensión, del no-alineamiento del Tercer Mundo y del pluralismo en el seno
del movimiento comunista internacional. En su país, permitió algunas reformas
de tipo liberal, pero mantuvo el monopolio del poder por parte del Partido
Comunista. A pesar de todo, la política de Tito no pudo evitar las tendencias
nacionalistas y separatistas entre las repúblicas rivales, lo que contribuyó a
sembrar las raíces de la guerra civil que se iniciaría diez años después de su
muerte.
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