José María Arguedas
(1911-1969), escritor y antropólogo peruano. Su labor como novelista, como
traductor y difusor de la literatura quechua, y como antropólogo y etnólogo,
hacen de él una de las figuras claves entre quienes han tratado, en el siglo
XX, de incorporar la cultura indígena a la gran corriente de la literatura
peruana escrita en español desde sus centros urbanos. En ese proceso sigue y
supera a su compatriota Ciro Alegría. La cuestión fundamental que plantean
estas obras, pero en especial la de Arguedas, es la de un país dividido en dos
culturas —la andina de origen quechua, la urbana de raíces europeas— que deben
integrarse en una relación armónica de carácter mestizo. Los grandes dilemas,
angustias y esperanzas que ese proyecto plantea son el núcleo de su visión.
Nacido en
Andahuaylas, en el corazón de la zona andina más pobre y olvidada del país,
estuvo en contacto desde la cuna con los ambientes y personajes que
incorporaría a su obra. La muerte de su madre y las frecuentes ausencias de su
padre abogado, le obligaron a buscar refugio entre los siervos
campesinos de la zona, cuya lengua, creencias y valores adquirió como suyos.
Como estudiante universitario en San Marcos, empezó su difícil tarea de
adaptarse a la vida en Lima sin renunciar a su tradición indígena, viviendo en
carne propia la experiencia de todo trasplantado andino que debe aculturarse
y asimilarse a otro ritmo de vida. Ese proceso nunca fue del todo completado
por Arguedas, cuyos traumas acarreados desde la infancia lo debilitaron
psíquicamente para culminar la lucha que se había propuesto, no sólo en el
plano cultural sino también en el político. Esto y la aguda crisis nacional que
el país empezó a sufrir a partir de 1968, lo empujaron al suicidio, que no hizo
sino convertirlo en una figura mítica para muchos intelectuales y movimientos
empeñados en la misma tarea política.
En los tres cuentos
de la primera edición de Agua (1935), en su primera novela Yawar
fiesta (1941; revisada en 1958) y en la recopilación de Diamantes y
pedernales (1954), se aprecia el esfuerzo del autor por ofrecer una versión
lo más auténtica posible de la vida andina desde un ángulo interiorizado y sin
los convencionalismos de la anterior literatura indigenista de denuncia. En
esas obras Arguedas reivindica la validez del modo de ser del indio, sin caer
en un racismo al revés. Relacionar ese esfuerzo con los planteamientos
marxistas de José Carlos Mariátegui y con la novelística políticamente
comprometida de Ciro Alegría ofrece interesantes paralelos y divergencias. La
obra madura de Arguedas comprende al menos tres novelas: Los ríos profundos
(1956), Todas las sangres (1964) y El zorro de arriba y el zorro de
abajo (1971); la última es la novela-diario truncada por su muerte. De
todas ellas, la obra que expresa con mayor lirismo y hondura el mundo mítico de
los indígenas, su cósmica unidad con la naturaleza y la persistencia de sus
tradiciones mágicas, es Los ríos profundos. Su mérito es presentar todos
los matices de un Perú andino en intenso proceso de mestizaje. En Todas las
sangres, ese gran mural que presenta las principales fuerzas que luchan
entre sí, pugnando por sobrevivir o imponerse, recoge el relato de la
destrucción de un universo, y los primeros balbuceos de la construcción de otro
nuevo. Otros relatos como El sexto (1961), La agonía de Rasu Ñiti
(1962)yAmor mundo (1967) complementan esa visión.
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