Pedro Henríquez Ureña
(1884-1946), ensayista, crítico literario, maestro y poeta dominicano,
indudablemente una de las grandes figuras del pensamiento hispanoamericano,
cuyo principal esfuerzo estuvo en definir y caracterizar la “originalidad” e
“identidad” de esa cultura.
Nació en Santo
Domingo y vivió durante un tiempo en Cuba, donde publicó algunos de sus
primeros artículos bajo el título Ensayos críticos (1905), y luego,
hasta 1914, en México, donde fue un destacado miembro del Ateneo de México (al
año siguiente tomó el nombre de Ateneo de la Juventud, fundado en 1909), al
lado de escritores y pensadores como Alfonso Reyes y Alfonso Caso. En 1910,
publicó en París otra recopilación de sus trabajos: Horas de estudio.
Al abandonar México,
continuó su labor investigadora y profesoral en distintas partes del
continente, incluso en Estados Unidos. Henríquez Ureña era un humanista que
trataba de conciliar y equilibrar herencias y actitudes muy diversas: el
modernismo, los clásicos antiguos y españoles, el americanismo, el rigor
estético y la preocupación por las cuestiones sociales vinculadas al fenómeno
cultural. Es uno de los primeros en estudiar con seriedad el proceso
intelectual de su país natal durante la colonia, poniéndolo en el mapa de la
cultura continental. De toda esa variedad de intereses dan testimonio El
nacimiento de Dionisios (Nueva York, 1916), En la orilla: Mi España
(México, 1922) y La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo
(Buenos Aires, 1936). Pero quizá sus libros más importantes e influyentes sean La
utopía de América (La Plata, 1925), Seis ensayos en busca de nuestra
expresión (Buenos Aires, 1928) y Corrientes literarias en la América Hispánica
(México, 1949; apareció originalmente en inglés en 1945). Componen un verdadero
ideario americanista, animado por la voluntad de afirmar las tradiciones
culturales criollas mediante su estudio y difusión, la fe en un destino común
para el continente, y una defensa del cambio social dentro de la libertad. Su
influjo fue poderoso sobre varias generaciones, que se formaron leyendo estos
libros y compartiendo esos mismos altos ideales.
Su hermano menor, Max
Henríquez Ureña, fue también un crítico de importancia.
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