Pedro Peralta
Barnuevo (1663-1743), polígrafo peruano que ejemplifica el incierto compromiso
entre las ideas del barroco y las del iluminismo, entre el preciosismo de
Góngora y el estilo rococó. La vastedad de su saber se expresa en una obra
descomunal que abarca, aparte de lo propiamente literario, derecho,
matemáticas, ingeniería, geografía, astronomía, filosofía, teología y otras
ciencias. Era, además, un políglota que dominaba ocho lenguas.
Nacido en Lima, su
actividad intelectual está vinculada a la Universidad de San Marcos, en la que
se educó y de la que fue catedrático y rector tres veces, y a su ciudad natal,
de la que fue minucioso cantor. Aunque apenas salió de Lima, su fama era
extensa: la Academia de Ciencias de París lo tuvo entre sus miembros.
No sólo compuso unos
50 libros, sino que durante más de diez años publicó un popular almanaque cuyo
título es un signo de la época: El conocimiento de los tiempos. Pronóstico y
lunario. Era un erudito y a la vez un hombre práctico, como lo demuestra su
folleto Lima inexpugnable (1732), que aboga por la fortificación de la
ciudad para defenderla de los ataques de los piratas y otros peligros. Que era
un afrancesado, enamorado de las nuevas ideas provenientes de esa cultura, lo
prueban sus célebres composiciones escritas en francés, sus traducciones de
Corneille y el registro de su copiosa biblioteca. Pero en Pasión y triunfo
de Cristo (1738), colección de plegarias y meditaciones místicas,
manifiesta una ortodoxia religiosa que contradice sus ideas iluministas, pese a
lo cual la Inquisición denunció el libro como herético.
Peralta es el
paradigma del escritor de su época: erudito, pedante y académico, abrumador y
trivial, aunque empeñado en tareas colosales. Buena parte de su obra la
escribió por encargo o bajo la presión de circunstancias externas, no por una
necesidad personal. Escribió poesía, pero no era en verdad un poeta, sino un
autor que utilizaba el verso para exponer sus ideas y mostrar su saber. Ejemplo
de ello es Lima fundada o Conquista del Perú (1732), enorme poema
dominado por el prosaísmo y la hinchazón retórica. Más interés tiene su
producción teatral, compuesta por una zarzuela —la comedia Rodoguna, de
1719, adaptación de la obra de Corneille— y la comedia greco-oriental Afectos
vencen finezas, de 1726, además de seis piezas cortas.
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