Alfred
Wegener (1880-1930), meteorólogo y geofísico alemán conocido sobre todo por
defender la teoría de la deriva de los continentes en una época en que los
medios tecnológicos para demostrarla no se habían desarrollado todavía. Fue
profesor de meteorología en la Universidad de Graz desde 1924 hasta 1930. A
partir de diversas evidencias, renovó la idea de que todos los continentes
estuvieron en un momento dado unidos en una gran área de tierra que él llamó
Pangea. Más tarde sostuvo que ese supercontinente habría comenzado a dividirse
hace aproximadamente 200 millones de años en dos partes: una norte, que él
llamó Laurasia, y una sur llamada Gondwana por el geólogo austriaco Eduard
Suess. Las teorías de Wegener, descritas en El origen de los continentes y
de los océanos (1915), no fueron corroboradas por los científicos hasta
1960, cuando la investigación oceanográfica reveló el fenómeno conocido como
expansión del fondo del mar. Wegener murió durante una expedición a
Groenlandia.
c.
1912? Teoría de la deriva continental
El
meteorólogo alemán Alfred Wegener desarrolla la teoría de la deriva
continental. Afirma que todos los continentes de la Tierra habían estado unidos
en algún momento en un único supercontinente que se había escindido en
fragmentos en algún momento del pasado; y que estos grandes fragmentos fueran
alejándose poco a poco de sus posiciones de partida hasta alcanzar las que
ahora ocupan.
Sudamérica y África estuvieron unidas
Gracias
a las teorías elaboradas a comienzos del siglo XX por el geofísico alemán
Alfred Wegener, y continuadas años después por el geólogo austriaco Eduard
Suess, se ha podido saber que las masas continentales que en la actualidad
constituyen Sudámerica y África estuvieron unidas durante un largo periodo de
tiempo geológico que se inició durante el paleozoico y se prolongó hasta
finales del cretácico. La geomorfología y la litología compartida por ambos
territorios han corroborado sus tesis, conocidas como tectónica de placas y
deriva continental.
Fragmento
de El origen de los continentes y océanos.
De
Alfred Wegener. Traducción de Francisco Anguita Virella y Juan Carlos Herguera
García.
Capítulo
5.
La comparación de las estructuras geológicas a uno
y otro lado del Atlántico proporciona pruebas rigurosas a nuestra teoría de que
este océano representa una descomunal fractura ensanchada cuyos bordes
estuvieron en el pasado en contacto directo o muy próximos. Esto es lógico,
pues se podía esperar que muchos pliegues y otras estructuras formadas antes de
la ruptura se continuasen a uno y otro lado, y realmente sus extremos deben
extenderse en ambos márgenes del océano, de forma que en la reconstrucción
parecerían prolongaciones directas. Como esta reconstrucción viene forzada por
el bien marcado trazado de las lineaciones y no deja, por tanto, margen alguno
para ajustes, encontramos aquí un criterio totalmente independiente de la mayor
importancia para formarse un juicio sobre la corrección de la teoría movilista.
La fractura atlántica presenta su mayor anchura en
el Sur, donde se formó primero: su anchura alcanza aquí 6.220 km. Entre el cabo
San Roque y el Camerún hay sólo 4.880 km; aún menos (sólo 2.410) entre el banco
de Terranova y la plataforma británica; entre el estrecho de Scoresby y
Hammerfest 1.300, y entre el límite Noroeste de la plataforma de Groenlandia y
las islas Spitzberg tan sólo de 200 a 300 km. En este último punto es donde la
ruptura parece haber tenido lugar más recientemente.
Comencemos las comparaciones por el Sur. En el
extremo meridional de África se encuentra una cadena plegada pérmica (las
montañas Zwarten) que se alinea de Este a Oeste. En la reconstrucción, la
prolongación hacia el Oeste de esta cadena se encuentra justo al Sur de Buenos
Aires, en una zona que no presenta ningún rasgo especial. Ahora bien, es muy
interesante que Keidel haya reconocido plegamientos antiguos en las sierras de
esta zona y especialmente en las meridionales, plegadas más intensamente;
plegamientos que por su estructura, su sucesión litológica y su contenido fósil
son totalmente similares no sólo a los de la zona Noroeste de la Precordillera
de las provincias de San Juan y Mendoza, que se adaptan suavemente a los
pliegues andinos, sino, sobre todo, a los de las montañas del Cabo, en
Suráfrica. Afirma este autor: «En las sierras de la provincia de Buenos Aires,
especialmente en las cadenas meridionales, se encuentran series que son muy
parecidas a las de las montañas del Cabo, en Suráfrica. Al menos se da una gran
coincidencia entre las tres formaciones existentes: areniscas del Devónico
Inferior transgresivo en la base; las pizarras fosilíferas que marcan el punto
de máxima extensión de la transgresión; y una formación superior muy
característica, el conglomerado glaciar del Paleozoico Superior... Tanto los
sedimentos de la transgresión devónica como los conglomerados glaciares están,
al igual que en la cadena del Cabo, fuertemente plegados; y en ambas zonas el
movimiento principal está dirigido hacia el Norte». De aquí se sigue la
conclusión de que estamos ante un antiguo plegamiento que pasaba por el extremo
Sur de África y luego cruzaba Suramérica al Sur de Buenos Aires, para,
finalmente, doblar hacia el Norte, alineándose con los Andes. Hoy, los
fragmentos rotos de esa cadena plegada están separados por un mar profundo de
más de 6.000 km de anchura. En nuestra reconstrucción, que en este punto
particular no permite ningún movimiento de ajuste, los fragmentos están en
contacto directo; sus distancias respectivas al cabo San Roque y al Camerún son
iguales. Esta prueba de que nuestra composición es correcta resulta realmente
espectacular y recuerda a las tarjetas de visita rotas como señal de
reconocimiento. El que las montañas Cedar se separen de las cadenas
surafricanas y se desvíen hacia el Norte en la costa es sólo un pequeño
obstáculo a esta coincidencia, pues esta rama casi extinguida muestra los
caracteres de una desviación local, que pudo ser causada por alguna
discontinuidad en el lugar de la fractura subsiguiente. Ramificaciones
similares aparecen aún en mayor medida en las cordilleras europeas, tanto en
las carboníferas como en las terciarias, y no nos impiden sintetizar estas
cadenas en un sistema único, y referirlas a una causa única. Asimismo, aunque
(tal como señalan los últimos estudios) los plegamientos en África hayan
proseguido hasta tiempos más recientes, ello no implica que existan diferencias
de edad, pues, como leemos en Keidel: «En las sierras, la formación plegada más
reciente es el conglomerado glaciar; en las cadenas del Cabo, las pizarras de
Ecca, en la base de la Serie de Gondwana (series de Karroo) todavía muestran
indicios de plegamiento... En ambas zonas, los movimientos principales pueden
producirse en el intervalo entre el Pérmico y el Cretácico Inferior».
Pero esta confirmación de nuestros puntos de vista
en la cadena del Cabo y su prolongación en las sierras de Buenos Aires no es en
absoluto un dato aislado, sino que encontramos numerosas pruebas similares a lo
largo de las costas atlánticas. Las gigantescas mesetas gnéisicas africanas, no
deformadas desde hace largo tiempo, muestran en sus grandes rasgos una
espectacular similitud con las brasileñas. Y esta similitud no se limita a los
caracteres generales, como lo demuestran por una parte la coincidencia a una y
otra parte de las rocas eruptivas y los sedimentos, y por otra, la de las
direcciones de los antiguos plegamientos.
[...] En las direcciones de los plegamientos
primitivos que recorren estas grandes mesetas gnéisicas encontramos otras concordancias.
En el macizo gnéisico del continente africano predominan dos direcciones
(lineaciones) de edades algo distintas. En el Sudán domina la dirección
antigua, orientada al Nordeste, que se evidencia en el trazado rectilíneo del
curso superior del río Níger, y también en el Camerún, y que corta la costa con
ángulo próximo a los 45º; por el contrario, al Sur del Camerún pasa a primer
plano la dirección más moderna, aproximadamente Norte-Sur, que discurre
paralelamente a las curvas de la costa.
En Brasil encontramos la misma disposición. Como
escribe E. Suess: «El mapa de la Guayana oriental... muestra, en las rocas
antiguas que componen esta zona, direcciones aproximadamente Este-Oeste.
También las capas paleozoicas que forman la parte Norte de la cuenca del
Amazonas siguen esta dirección, y, por tanto, la línea de costa que va desde
Cayena hacia la desembocadura del Amazonas es transversal a esta dirección...
Por lo que se conoce actualmente de la estructura de Brasil se puede aceptar
que también hasta el cabo San Roque el trazado de la costa es transversal a la
dirección de las montañas, pero a partir de este promontorio la línea de costa
viene marcada por al dirección de las montañas, al menos hasta Uruguay».
También en América los cursos fluviales (Amazonas por una parte, San Francisco
y Paraná por otra) siguen a grandes rasgos las lineaciones. En realidad, los
últimos estudios, como, por ejemplo, el mapa tectónico de Suramérica formado
por von Keidel siguiendo esencialmente a J. W. Evans, han mostrado la
existencia de una tercera lineación paralela a la costa Nordeste, que complica
ligeramente las relaciones. Por último, el considerable giro que debe darse a
Suramérica en la reconstrucción hace que la dirección del Amazonas se alinee
paralelamente al curso alto del Níger, de modo que ambas lineaciones concuerdan
con las africanas. Aquí podemos ver una vez más una confirmación directa de la
antigua conexión entre ambos continentes.
[...] El conocido geólogo surafricano Du Troit ha
efectuado estudios comparativos particularmente completos en un viaje de
estudios a Suramérica planeado con esta finalidad. [...] Las coincidencias a
ambas orillas del océano son tan numerosas que actualmente ya no pueden
considerarse casualidades, sobre todo teniendo en cuenta que abarcan enormes
extensiones de terreno y un intervalo de tiempo que incluye desde el
pre-Devónico hasta el Terciario. Du Toit añade: «Por añadidura, éstas que
algunos llaman coincidencias son de naturaleza tanto estratigráfica como
litológica, paleontológica, tectónica, volcánica o climática».
[...] «A continuación vamos a comparar las dos
extensiones que van por una parte desde Sierra Leona hasta El Cabo, y por la
otra desde Pará hasta Bahía Blanca, limitándonos en cada caso a una banda de
unos 45º de longitud y unos 10º de latitud. En cada continente se puede
observar:
»1. El basamento está compuesto de rocas
cristalinas de edad precámbrica, con algunas capas de sedimentos predevónicos,
de edades variables aunque en general indeterminadas: los caracteres
litológicos coinciden a grandes rasgos.
»2. En el extremo Norte de la zona encontramos
sedimentos marinos silúricos y devónicos disconformes sobre este complejo y muy
ligeramente plegados, ocupando un amplio sinclinal cuyo eje es oblicuo a la
línea de costa. Esta estructura se extiende entre Sierra Leona y Costa de Oro
en África y forma la base del estuario del Amazonas en Suramérica.
»3. Hacia el Sur se encuentran, casi paralelos a la
costa, cinturones de rocas sedimentarias entre las que predominan cuarcitas,
pizarras y calizas. Sus edades son Proterozoico y Paleozoico Inferior, y están
plegados ligeramente en el Norte y más intensamente en el Sur, donde son
intruidos por masas graníticas, por ejemplo, en la zona entre Lüderitz y Ciudad
del Cabo y entre el río San Francisco y el Río de la Plata.
»4. Al devónico casi horizontal de Clanwilliam
corresponde una serie casi idéntica en Paraná y el Matto Grosso.
»5. Aún más hacia el Sur, el devónico-carbonífero
de la parte meridional de la provincia del Cabo corresponde a la comarca
similar al Norte de Bahía Blanca, incluyendo ambas una transición concordante
hacia sedimentos glaciares pérmicos y carboníferos; las dos series están
intensamente plegadas por movimientos permotriásicos y cretácicos de
direcciones similares.
»6. Estas tillitas se continúan hacia el Norte, en
ambos casos horizontales y transgresivas sobre el devónico, y descansando sobre
una penillanura postglacial que se ha formado en estas rocas y en otras
anteriores y desaparece hacia el Norte.
»7. Los depósitos glaciares están cubiertos en
ambos casos por sedimentos continentales pérmicos y triásicos con flora de
Glossopteris que cubren enormes extensiones y van seguidos por potentes series
de basaltos y doleritas a los que se atribuye una edad Liásico Inferior.
»8. Estas capas de Gondwana se extienden hacia el
Norte del Karroo meridional hasta la zona de Kaoko y desde Uruguay hasta Minas
Geraes.
»9. Afloramientos muy separados de este mismo tipo
se extienden tierra adentro hacia el Norte, en Angola-Congo y en Piauhý y la
zona del Maranhão.
»10. Entre los sedimentos del Triásico Superior y
del Pérmico existe una interrupción intraformacional muy extendida, aunque en
general no existe discordancia angular, salvo en algunas zonas, donde los
primeros yacen en notable discordancia sobre los pérmicos o antepérmicos.
»11. En la costa se encuentran estratos calizos
fuertemente inclinados, pero tan sólo en las regiones de Benguela-Bajo Congo y
Bahía-Sergipe.
»12. Sedimentos horizontales cretácicos y
terciarios, tanto marinos como continentales, cubren grandes extensiones entre
Camerún y Togo y en Ceará, Maranhão y hacia el Sur, mientras que los extensos
yacimientos en el Kalahari pueden ser aproximadamente comparados con la
formación Pampeana neógena y cuaternaria, en Argentina.
»13. En este resumen general no puede pasarse por
alto el importante eslabón formado por las islas Malvinas, cuyas series
devónico-carboníferas apenas se diferencian de las de la provincia del Cabo,
mientras que el Lafoniense es totalmente comparable al sistema de Karroo. Tanto
desde el punto de vista estratigráfico como estructural, las islas Malvinas
tienen su lugar junto a la región Suroeste del Cabo, y no en Patagonia.
»14. Desde el punto de vista paleontológico,
debemos fijarnos especialmente en: a) la ‘facies austral’ del devónico
del Cabo, las islas Malvinas, Argentina, Bolivia y el Sur de Brasil, opuesta a
la ‘facies boreal’ del Norte de Brasil y del Sahara central; b) el
género fósil Mesosaurus, un reptil de la formación Dwyka, en El Cabo, y de las
capas de Iraty, en Brasil, Uruguay y Paraguay; c) la flora de
Gangamopteris y Glossopteris, con pequeñas adiciones de formas septentrionales,
en las capas de Gondwana, al Sur de ambos continentes; d) la flora de
Thinnfeldia en la parte alta de esas mismas capas, en El Cabo y en Argentina; e)
la fauna neocomiense (uitenhaguiense) en el Sur de la provincia del Cabo y en
el Noroeste de Neuquén, en Argentina; f) la facies nórdica o
mediterránea del Cretácico y el Terciario al Norte del Trópico de Capricornio,
y g) la facies suratlántica-antártica del Eoceno de Patagonia (formación
San Jorge).
»Por último, y como punto número 15, tenemos los
contornos geográficos de África y Suramérica, asombrosamente parecidos no sólo
en general, sino también en los detalles; y además, excepto en el Norte, la
orla de sedimentos terciarios tiene pequeña extensión, y por ello menor
importancia.»
[...] Du Troit considera, con razón, que el hecho
de que las islas Malvinas, a pesar de elevarse en la plataforma patagónica, no
muestran ningún parentesco con Patagonia y sí con Suráfrica, constituye un
apoyo especial para la teoría movilista.
[...] Como ya señaló antes, a base de los datos
paleontológicos y biológicos debe concluirse que los intercambios de fauna y
flora entre Suramérica y África cesaron entre el Cretácico Inferior y Medio. No
por ello se entra en contradicción con la suposición de Passarge que la
fractura entre Suráfrica y Suramérica ya estaba formada en el Jurásico, pues la
ruptura se produjo gradualmente a partir del Sur, y, sobre todo, fue precedida
largo tiempo por la formación de fosas tectónicas.
En Patagonia, la ruptura tuvo como consecuencia un
movimiento continental peculiar, que A. Windhausen describe del siguiente modo:
«La nueva revolución comenzó con movimientos regionales de enorme escala, hacia
la mitad del Cretácico», y realmente en este momento la llanura patagónica «que
era una región de pendiente pronunciada, se convirtió en una depresión generalizada
bajo condiciones áridas o semiáridas, cubierta por desiertos de piedra y
llanuras de arena».
Prosiguiendo hacia el Norte en la comparación de
las costas opuestas del Atlántico, encontramos, en el límite Norte del
continente africano, que las montañas del Atlas, cuyo plegamiento tuvo lugar
principalmente en el Oligoceno, pero había comenzado ya en el Cretácico, no
encuentran continuación en el lado americano.
Fuente: Wegener, Alfred. El origen de los
continentes y océanos. Traducción de Francisco Anguita Virella y Juan
Carlos Herguera García. Madrid: Ediciones Pirámide, S.A., 1983.