Andrés de Urdaneta
(1508-1568), marino, cosmógrafo y eclesiástico español. Nació en Villafranca
(Guipúzcoa). Se inició como navegante con el comendador fray García Jofre de Loaisa,
en la expedición que zarpó en 1525 con rumbo a las Molucas en pos de la que
había comandado Fernando de Magallanes. Hallándose en la isla de Tidore,
contempló la llegada de Álvaro Saavedra Cerón en 1528, enviado por Hernán
Cortés desde México, justamente en socorro de la armada de Loaisa. Pudo
comprobar entonces Urdaneta cómo Saavedra Cerón en sus varios intentos de
regresar a México, fracasó debido a los vientos desfavorables en las latitudes
por las que intentó su retorno.
Urdaneta regresó a
España en 1536 y algún tiempo después, volviendo a México, quiso participar en
la expedición que estaba organizando Pedro de Alvarado con rumbo también a las
islas de la Especiería. La muerte de Alvarado en su asedio al Miztón donde se
habían hecho fuertes grupos caxcanes y chichimecas en 1541, hizo que Urdaneta
alterara por completo sus planes. Permaneciendo en la Nueva Galicia, llegó a
ser corregidor en la mitad de los pueblos de la provincia de Ávalos. Años
después, en 1547, fue nombrado almirante de una flota que debía zarpar con
rumbo al Perú para auxiliar a quienes se veían allí acometidos por la revuelta
promovida por Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal. Llegadas noticias a
México de que habían sido vencidos y muertos los rebeldes, hubo de cancelarse entonces
el viaje.
En 1553 Urdaneta
decidió hacerse monje agustino. Profesó como tal en el convento de San Agustín
en la ciudad de México. Algunos años después las autoridades reales solicitan
su auxilio y lo hacen abandonar temporalmente su retiro conventual. El objetivo
fue que aportara sus conocimientos de marino en relación con la expedición que
en 1564 emprendió Miguel López de Legazpi a las Filipinas. Dicha expedición
alcanzó su objetivo, incluyendo una pacífica toma de posesión. Cuando se
planteó la cuestión de encontrar una ruta desde las Filipinas para regresar a
la Nueva España, fue Urdaneta quien encontró la respuesta.
Recordando
probablemente lo que había ocurrido a Álvaro Saavedra Cerón que fracasó en
varios intentos de retorno navegando siempre en latitudes meridionales donde
tuvo que hacer frente a vientos que le impedían avanzar, Urdaneta se propuso un
derrotero que avanzaría mucho más al norte y cruzaría el océano enfilando hacia
las costas de la Alta California. De esta forma el llamado tornaviaje,
realizado en 1565, fue todo un éxito. Urdaneta dejó varios escritos acerca de
sus navegaciones. Uno de ellos es la Relación del viaje del comendador
Loaisa y cartas al rey Felipe II con descripciones de los puertos de Acapulco y
Navidad. Urdaneta ha sido recordado en México, específicamente en Acapulco,
donde se erigió un monumento a su memoria.
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