Publio Elio Adriano






El emperador romano Adriano puso fin a la expansión del Imperio y se retiró de las provincias remotas. Construyó varias fortificaciones defensivas, entre ellas la famosa muralla de Adriano, para defender Roma de las invasiones de los bárbaros.

Publio Elio Adriano (76-138 d.C.), emperador de Roma (117-138), su reinado marcó el fin de la expansión del Imperio romano, retrocediendo a los límites establecidos por Augusto, pero ello acompañado de una política de integración de todos los territorios. Uno de los emperadores más cultos, promotor y mecenas de casi todas las artes.
Nació el 24 de enero del 76, bien en Itálica, cerca de Sevilla, o en Roma, pero, en cualquier caso, era descendiente de una familia de la Bética. Cuando su padre murió, en el 85, se convirtió en pupilo de su familiar, el futuro emperador Trajano. Estudió en Roma, ocupó varios cargos civiles y militares, hasta que Trajano se convirtió en emperador en el 98. Después participó con él en campañas militares en la frontera del Danubio, y fue nombrado cónsul varias veces. Como arconte (magistrado con funciones de gobernador) de Atenas (112) se sumergió en la cultura griega, por la que demostró un afecto duradero. En el 117, con el consentimiento del moribundo Trajano, el Ejército le proclamó emperador y el Senado romano ratificó su nombramiento.
En aquel momento, las sublevaciones reiteradas de los pueblos súbditos y las invasiones de pueblos germanos amenazaban el Imperio. Adriano resolvió abandonar las provincias lejanas para consolidar el Imperio. Estableció una serie de fortificaciones defensivas, incluida la famosa muralla de Adriano, que marcaron el final histórico de la expansión territorial romana. En Roma, consolidó su posición a través de una política que favoreció al pueblo, desarrolló instituciones humanitarias y tuvo una actitud considerada hacia el Senado. En sus numerosos viajes visitó casi todas las provincias romanas, puso en orden la política local, los asuntos militares y económicos y consolidó la lealtad hacia Roma. Su favorito Antínoo, que viajaba con él, se ahogó y fue deificado por Adriano.
En los años 134 y 135 volvió a visitar Judea, donde acabó con la insurrección de los judíos liderados por Barcokebas, iniciada en el 132, que les costó a éstos medio millón de vidas. Pasó los últimos años de su vida en Roma y en su villa palaciega de Tibur (la actual Tívoli), la espléndida y aún hoy conservada en gran manera Villa Adriana. Murió en la estación termal de Baiae (Baia), el 10 de julio del 138, y le sucedió como emperador su hijo adoptivo Antonino Pío.
Hombre muy culto, se rodeó de poetas, filósofos y eruditos. Escribió versos y prosa, en latín y griego, con gran habilidad. Muy interesado en la arquitectura, construyó edificios magníficos como el Ateneo (una academia para el fomento del estudio), el templo de Venus y de Roma, el panteón de Agripa (reconstruido), y su mausoleo (actualmente el castillo de Sant’Angelo). En Atenas levantó muchos otros edificios. Su villa en Tibur (Villa Adriana) era, en realidad, una pequeña ciudad con edificios magníficos que recordaban lo mejor que había visto en su viajes, e incluía algunas de las mejores estatuas de la antigüedad.
La escritora francesa Marguerite Yourcenar publicó en 1951 la novela Memorias de Adriano, donde el personaje central muestra su propia visión del final del Imperio romano.



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