El gobierno de Plutarco Elías Calles




Entre 1924 y 1928 el presidente Plutarco Elías Calles asumió la continuidad de los objetivos esenciales planteados en las anteriores administraciones de Venustiano Carranza, Adolfo de la Huerta y Álvaro Obregón. Es decir, pacificación del país y búsqueda del control del grupo revolucionario; Calles además inició la rectoría económica del Estado y la construcción de un nuevo sistema de prácticas de dominación estatal. Entre éstas, destacan el principio de la institucionalización: las instituciones cobran importancia para la estabilidad y permanencia de un régimen de gobierno y el incremento de una burocracia cada vez más controlada por el poder ejecutivo. Al inicio del régimen callista los problemas económicos a los que se enfrentaba México eran serios: una inmensa deuda pública interna y externa, el sistema bancario se había derrumbado totalmente, el papel moneda por lo general no era aceptado, y el crédito externo continuaba cerrado para el gobierno. Calles se encontró ante la necesidad de reconstruir al país y se propuso instaurar un capitalismo moderno en donde el Estado fuera el principal empresario.
Durante los años 1924 a 1928, periodo del gobierno de Plutarco Elías Calles, la educación jugó un papel prioritario como instrumento de unificación y de consolidación de la ideología del Estado. El proyecto oficial educativo tuvo como objetivo, más que instruir al pueblo, enseñarlo a trabajar —a ganarse la vida— e inculcarle el nacionalismo oficial. En el discurso estatal se insistió en la necesidad de que el aprendizaje fuera práctico y productivo a la vez. De ahí que se apoyaran especialmente los programas de educación técnica, proletaria y urbana.
En la Secretaría de Educación Pública, el ministerio lo ocuparon José Manuel Puig Casauranc (de diciembre 1924 a agosto 1928) y Moisés Sáenz (de agosto a noviembre de 1928). Puig Casauranc creía en la educación como instrumento de unificación. Es decir que se pretendía crear una base cultural e ideológica que igualara a los mexicanos y que los encauzara al desarrollo nacional. Moisés Sáenz impulsó fervientemente un sentido práctico y productivo a la educación. En su opinión, todos los mexicanos debían ser "agentes de producción" en beneficio de la colectividad. Así, bajo los principios de productividad y unidad, la SEP promovió en este periodo, las escuelas rurales, los talleres técnicos e industriales y las misiones culturales.
Las escuelas rurales fueron el eje de la integración nacional: a través de ellas se buscó incorporar a los indígenas al mundo "civilizado": al castellanizarlos se quiso modernizar sus formas de vida comunitarias e inculcar nuevos patrones culturales. Se propuso poner en manos de la población rural, según palabras del propio Presidente Calles, "las armas del progreso y de la civilización". La vía imprescindible para conducir a la colectividad a una "vida civilizada" fue la educación y el personaje central para lograr este proyecto socializador fue el maestro. "Démosle educación [a los indios] —afirmaba el presidente Calles— y elevémoslos a la dignidad de hombres". La meta del proyecto educativo en el campo era, según Moisés Sáenz, el subsecretario de educación:
Integrar a México por medio de la Escuela Rural. Esto es, enseñar a la gente de las montañas y de los valles apartados, a los millones de gentes que son de México, pero que todavía no son mexicanos, enseñarles el amor a México y la significación de México(1).
Los talleres técnicos e industriales que funcionaron en las áreas urbanas integraron bajo una misma práctica las esferas del arte o artesanía y del trabajo. Se promovió la capacitación manual y la integración de la sensibilidad del obrero y del niño (en los talleres infantiles) a un oficio para que con el tiempo el trabajador fuera capaz de crear sus propios prototipos sin influencias externas. Además, la rutina muchas veces mecánica y enajenante del obrero se vería enriquecida con su propia creatividad. Con los talleres se cumplía el doble propósito de liberar la fuerza creadora que se decía que tenían todos los mexicanos y de incorporarla al desarrollo económico. Las escuelas de arte que funcionaron como talleres fueron: Escuelas Nocturnas de Arte para Trabajadores, la Escuela Libre de Escultura y Talla Directa (en donde se adquiría formación de cantero, herrero y tallista) y los Centros Populares de Pintura.
Como ejemplo de esta convicción sirve este informe del Departamento de Bellas Artes, aparecido en diciembre de 1925 en el Boletín de la Secretaría de Educación Pública:
La Sección fija todo su interés y dedica todas sus actividades para conseguir, por medio del dibujo, el amor a lo bello y por la depuración espiritual de los que saben sentirlo, al mismo tiempo que el amor al trabajo, el respeto al taller, y las posibilidades de independencia por medio de la industria, haciendo que la clase de trabajos manuales tenga toda la apariencia de la fructífera labor que se desarrolla en una fábrica.
El Estado, consecuente con el reconocimiento de la clase obrera como su "aliada", se preocupó por desarrollar una cultura proletaria (en esta época surgieron manifestaciones tales como: la "danza de los barrenderos" o la "danza al trabajo") y promovió y procuró el éxito de las escuelas técnicas e industriales ya mencionadas.

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