MOZART (1756-1791)





Wolfgang Amadeo Mozart  nació en Salzburgo y fue el primer niño precoz que llegó a alcanzar celebridad mundial en el campo de la música. El número de anécdotas cerca de su infancia son innumerables. Lo cierto es que apenas contaba cinco años cuando fue presentado en la corte de Viena, donde interpretó diversas composiciones al piano en presencia de María Antonieta, la que había de ser desgraciada esposa de Luis XVI de Francia. Acompañado de su padre viajó muchísimo, estuvo en París, en distintas ciudades de Europa y finalmente regresó a Viena, donde murió a la edad de 35 años. Mozart trabajó muchísimo y quizás este exceso de trabajo le llevó a la muerte. Tuvo la protección de reyes y príncipes, fue admirado en las principales capitales del continente, sufrió los efectos de la envidia y tuvo incontables enemigos que no podían admitir que un joven llegara a la celebridad sin haber encanecido. El día de su muerte llovió copiosamente en Viena, por cuya razón nadie le acompañó hasta el cementerio y recibió sepultura en la fosa común. Sus cenizas no han podido conservarse.
La obra de Mozart es variada e intensa. A los 12 años había escrito su primera ópera La finta semplice, y a los 26 dio a conocer El rapto del serrallo. Éstas y Las bodas de Fígaro, La flauta mágica y Don Juan son sus mejores producciones en el campo de la ópera, donde logró fundir el gusto italiano con la sensibilidad alemana. Escribió también sonatas, sinfonías, conciertos, misas, etc. Se cuenta que el día antes de su muerte terminó un Requiem que le había encargado un misterioso cliente que no dio su nombre.
Fue el mejor compositor, concertista y músico de su tiempo. Fue agasajado y reverenciado, pero vivió siempre sin dinero, pobre y afligido. Su vida y su obra cierran la música del Rococó alegre, divertida y buena. En la historia de la Música ha de aparecer, a continuación, la inconmensurable figura de Beethoven.

OTRA BIOGRAFIA
Wolfgang Amadeus Mozart.
Compositor austriaco. Franz Joseph Haydn manifestó en una ocasión al padre de Mozart, Leopold, que su hijo era «el más grande compositor que conozco, en persona o de nombre». El otro gran representante de la trinidad clásica vienesa, Beethoven, también confesaba su veneración por Wolfgang Amadeus Mozart, mientras que el escritor y músico E. T. A. Hoffmann lo consideraba, junto a Beethoven, el gran precedente del romanticismo, uno de los pocos que había sabido expresar en sus obras aquello que las palabras son incapaces de insinuar siquiera.
Son elogios elocuentes acerca del reconocimiento de que gozó Mozart ya en su época, y que su misteriosa muerte, envuelta en un halo de leyenda romántica, no ha hecho sino incrementar. Genio absoluto e irrepetible, autor de una música que aún hoy conserva intacta toda su frescura y su capacidad para sorprender y emocionar, Wolfgang Amadeus Mozart ocupa uno de los lugares más altos del panteón de la música.
Hijo del violinista y compositor Leopold Mozart, Wolfgang Amadeus fue un niño prodigio que a los cuatro años ya era capaz de interpretar al clave melodías sencillas y de componer pequeñas piezas. Junto a su hermana Nannerl, cinco años mayor que él y también intérprete de talento, su padre lo llevó de corte en corte y de ciudad en ciudad para que sorprendiera a los auditorios con sus extraordinarias dotes.
Munich, Viena, Frankfurt, París y Londres fueron algunas de las capitales en las que Wolfgang Amadeus Mozart dejó constancia de su talento antes de cumplir los diez años. No por ello descuidó Leopold la formación de su hijo: ésta proseguía con los mejores maestros de la época, como Johann Christian Bach, el menor de los hijos del gran Johann Sebastian, en Londres, o el padre Martini en Bolonia.
Es la época de sus primeras sinfonías y óperas, escritas en el estilo galante de moda, poco personales, pero que nada tienen que envidiar a las de otros maestros consagrados. Todos sus viajes acababan siempre en Salzburgo, donde los Mozart servían como maestros de capilla y conciertos de la corte arzobispal.
Espoleado por su creciente éxito, sobre todo a partir de la acogida dispensada a su ópera Idomeneo, Mozart decidió abandonar en 1781 esa situación de servidumbre para intentar subsistir por sus propios medios, como compositor independiente, sin más armas que su inmenso talento y su música. Mozart fracasó en el empeño, pero su ejemplo señaló el camino a seguir a músicos posteriores, a la par también de los cambios sociales introducidos por la Revolución Francesa; Beethoven o Schubert, por citar sólo dos ejemplos, ya no entrarían nunca al servicio de un mecenas o un patrón.
Tras afincarse en Viena, su carrera entró en su período de madurez. Las distintas corrientes de su tiempo quedan sintetizadas en un todo homogéneo, que si por algo se caracteriza es por su aparente tono ligero y simple, apariencia que oculta un profundo conocimiento del alma humana.
Las Obras Maestras se sucedieron: en el terreno escénico surgieron los singspieler El rapto del serrallo y La flauta mágica, partitura con la que Mozart sentó los cimientos de la futura ópera alemana, y las tres óperas bufas con libreto de Lorenzo Da Ponte Las bodas de Fígaro, Don Giovanni y Così fan tutte, en las que superó las convenciones del género.
No hay que olvidar su producción sinfónica, en especial sus tres últimas sinfonías, en las que anticipó algunas de las características del estilo de Beethoven, ni sus siete últimos conciertos para piano y orquesta. O sus cuartetos de cuerda, sus sonatas para piano o el inconcluso Réquiem. Todas sus obras de madurez son expresión de un mismo milagro. Su temprana muerte constituyó, sin duda, una de las pérdidas más dolorosas de la historia de la música.
Obras de Mozart
Óperas:
Bastián y Bastiana (1768)
Idomeneo (1781)
El rapto del serrallo (1782)
Las bodas de Fígaro (1786)
Don Giovanni (1787)
Così fan tutte (1790)
La flauta mágica (1791)
La clemenza di Tito (1791).
Música orquestal:
Sinfonía núm. 1 (1765)
Sinfonía núm. 25 (1773)
Concierto para flauta y arpa (1778)
Concierto para piano núm. 20 (1785)
Concierto para piano núm. 21 (1785)
Concierto para piano núm. 23 (1786)
Sinfonía núm. 38 «Praga» (1786)
Pequeña serenata nocturna (1787)
Sinfonía núm. 40 (1788)
Sinfonía núm. 41 «Júpiter» (1788)
Concierto para piano núm. 27 (1791)
Concierto para clarinete (1791).
Música de cámara:
Quinteto para piano e instrumentos de viento (1784)
Quinteto con clarinete (1789)
3 Cuartetos de cuerda «Prusianos» (1790).
Música instrumental:
Sonata para piano KV 311 (1777)
Sonata para piano KV 330 (1783)
Sonata para piano «Alla turca» (1783).
Música vocal:
La Betulia liberata (1771)
Misa de la coronación (1779)
Ave verum corpus (1791)
Réquiem (1791; inacabado).






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