Ming, Dinastía Familia reinante en el Imperio chino entre 1368 y 1644.
Su fundador fue Zhu Yuanzhang (Chu Yan chang o Hongw) (1368-98), un monje budista de origen campesino, que encabezó la revuelta china contra la dinastía reinante mongola de los Yuan, descendientes de Qubilay Kan. Una serie de malas cosechas había facilitado aquel estallido, que llevó a Zhu de la toma de Nankín (1356) a la de la capital imperial, Pekín (1368). Inmediatamente, reorganizó China, trasladando la capital a Nankín y estableciendo una burocracia profesional especializada y un poder político fuertemente centralizado. La nueva dinastía se esforzó por restablecer las tradiciones chinas, protegiendo el confucionismo. Yong lo (Yung-lo o Chu Ti) (1403-24) llevó a su apogeo a la China Ming, extendiendo sus fronteras por el norte y el sur y afirmando su influencia sobre Mongolia, Indochina y el Índico. Trasladó de nuevo la capital a Pekín, que enriqueció construyendo múltiples palacios y templos. También hizo construir la Gran Muralla para proteger China de los mongoles. Al quedar interrumpido el comercio terrestre con los países occidentales por la presencia de mongoles en gran parte de Asia, Yong lanzó a China al comercio marítimo; de su reinado datan expediciones hasta Java, la India, Persia, Arabia y las costas de África. Kia Tsing (Kia-tsing, Chia Ching o Chu Hou tsung) (1522-66) centró sus esfuerzos en rechazar los ataques de los piratas japoneses y de los tunguses del norte, que llegaron por primera vez hasta las puertas de Pekín. También fue en este reinado cuando los portugueses establecieron una colonia en el enclave de Macao (1557), que ha perdurado hasta nuestros días. Longqing (Long T’sing, Lung ch’ing o Chu Tsai kou) (1567-73) puso en el gobierno al ministro Zhang Juzheng, el cual impulsó reformas políticas y financieras, e hizo construir importantes obras públicas en beneficio del campesinado (canalización de los ríos Amarillo y Huai). Su energía puso fin al clima de corrupción e intrigas palaciegas de los reinados anteriores, situación que se mantuvo durante el reinado de Wan Li (o Chu I chun) (1573-1620). Fue este un periodo de florecimiento cultural. Wan Li permitió la instalación en China de los primeros misioneros jesuitas, que adquirieron influencia en la corte como portadores de las ideas y la tecnología de Europa; y en 1610 reconoció incluso la libertad de culto a los católicos. Hizo frente con éxito a dos intentos de invasión de Corea (dominio chino) por parte de Japón, en 1592-93 y en 1597-98. Al terminar su reinado, sin embargo, el poder imperial volvió a debilitarse frente a las intrigas de los eunucos en la corte, al tiempo que los tunguses se instalaban definitivamente en Manchuria. Chuang-lie-ti (Chu Yu chien o Ch’ung chen) (1627-44) fue el último emperador Ming. La presión de los tunguses había acabado con las fuerzas del Imperio chino y el emperador decidió ahorcarse al saber que un grupo de bandidos tunguses hacía ya su entrada en Pekín. Los conquistadores, que habían creado una administración copiada de la imperial en sus dominios de Manchuria, instauraron en China la dinastía Manchú. Los Ming supervivientes se refugiaron en Yunnan y luego en Birmania, desde donde mantuvieron su pretensión de recuperar el Trono; el último pretendiente fue ejecutado en 1661.
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