Sir Winston Churchill
Churchill, primer ministro de Gran Bretaña durante la II Guerra Mundial, animó a los británicos a enfrentarse a la Alemania nazi. La imagen de Churchill levantando dos dedos para formar la ‘V’ de la victoria inspiró a sus compatriotas en lo que él denominó "el gran momento".
Winston Churchill (1874-1965), político y escritor británico, primer ministro (1940-1945; 1951-1955) y premio Nobel de Literatura, una de las figuras más importantes del siglo XX, no sólo en su país, conocido principalmente por el valor transmitido en su primer mandato gubernamental durante la II Guerra Mundial.
Nacido el 30 de noviembre de 1874 en el palacio de Blenheim (condado de Oxford), era el hijo mayor del aristócrata y político conservador Randolph Henry Spencer Churchill y de la estadounidense Jennie Jerome. Se graduó en la Real Academia Militar de Sandhurst, pero, después de haber servido en la India y Sudán, en 1899 solicitó la excedencia en el arma de caballería para acudir como corresponsal a la Guerra Bóer. Se convirtió en héroe nacional al protagonizar una arriesgada fuga tras haber sido capturado. En 1900 resultó elegido diputado y perteneció al Partido Conservador hasta 1904, año en el que se unió al Partido Liberal. En 1908 fue nombrado ministro de Comercio en el gabinete liberal de Herbert Henry Asquith. Posteriormente ejerció el cargo de ministro del Interior (1910-1911) en el mismo gobierno y trabajó en estrecha colaboración con el ministro de Hacienda, David Lloyd George, para implantar determinadas reformas sociales. Como ministro de Marina (lord del Almirantazgo) desde 1911, llevó a cabo importantes cambios para modernizar la Armada.
2 | LA I GUERRA MUNDIAL Y EL PERIODO DE ENTREGUERRAS |
El papel desempeñado por Churchill durante los primeros momentos de la I Guerra Mundial fue tan polémico que casi arruinó su carrera política. Los problemas en la Armada y su apoyo a la trágica campaña de Gallípoli (iniciada en abril de 1915), le obligaron a presentar su dimisión como ministro de Marina a finales de 1915. Pasó a servir entonces en el Ejército británico, con el grado de teniente coronel, en el frente francés. Volvió a formar parte del gabinete en 1917, cuando entró en el gobierno de coalición encabezado por Lloyd George, y hasta 1922 ocupó sucesivamente los ministerios de Municiones, de Guerra y de las Colonias. El fracaso electoral de Lloyd George y del Partido Liberal en 1922 dejó a Churchill fuera del Parlamento hasta 1924, cuando obtuvo el acta de diputado tras volver a unirse al Partido Conservador. Regresó al gobierno ese mismo año como ministro de Hacienda del gabinete conservador de Stanley Baldwin, función que desempeñó hasta 1929. En este periodo mostró su talante conservador al volver a introducir a Gran Bretaña en el sistema del patrón oro y condenar enérgicamente el papel de los sindicatos en la huelga general de 1926.
Durante los años de la Gran Depresión (1929-1939), no le fue ofrecido ningún cargo gubernamental. Baldwin y posteriormente Arthur Neville Chamberlain (primer ministro entre 1937 y 1940) no estuvieron de acuerdo con su oposición al establecimiento de un gobierno autónomo en la India ni con su apoyo al rey Eduardo VIII en su decisión de abdicar en 1936. Tanto su insistencia en la necesidad de rearmar el Ejército como su censura a la política de apaciguamiento seguida por Chamberlain respecto del dictador alemán Adolf Hitler y plasmada en el Pacto de Munich acordado en septiembre de 1938, levantaron ciertos recelos. Sin embargo, cuando Gran Bretaña declaró la guerra a Alemania en septiembre de 1939, se apreció finalmente la visión de Churchill y la opinión pública empezó a reclamar su retorno al Ministerio de Marina, al cual volvió poco después.
3 | PRIMER MINISTRO |
La batalla de Inglaterra
Desde septiembre de 1940 hasta julio de 1941, Londres y otras importantes ciudades británicas sufrieron las trágicas consecuencias de los intensos bombardeos de la aviación alemana. Sin embargo, la ofensiva fracasó; Gran Bretaña resistió y los planes bélicos de Adolf Hitler se vieron frustrados. La importancia de este episodio fue capital para el curso de la II Guerra Mundial; consciente de ello, el entonces primer ministro británico, Winston Churchill, llegó a afirmar que “nunca antes en el campo de los conflictos humanos, tantos debieron tanto a tan pocos".
Sucedió a Chamberlain como primer ministro el 10 de mayo de 1940. Durante los difíciles días de 1940, ya iniciada la II Guerra Mundial —evacuación de Dunkerque, caída de Francia en poder alemán y batalla de Inglaterra—, la combatividad de Churchill y sus enfervorizados discursos infundieron ánimo a los británicos para continuar la lucha. Alentó desde entonces a sus compatriotas a comportarse de manera que “si el Imperio Británico y la Commonwealth existen dentro de mil años, la humanidad siga diciendo: ‘Éste fue su gran momento”. Gracias a la fructífera colaboración con el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt, consiguió la ayuda militar y el apoyo moral de Estados Unidos. Una vez que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y Estados Unidos entraron en la guerra en 1941, Churchill estableció estrechos lazos con los líderes de lo que él denominó la “Gran Alianza”. El 14 de agosto de 1941 firmó con Roosevelt la denominada Carta del Atlántico. Viajó incesantemente durante los años que duró el conflicto para coordinar la estrategia militar. Asimismo, mantuvo importantes reuniones con Roosevelt y con el dirigente soviético Iósiv Stalin, entre las que destacan la Conferencia de Teherán (1943), pero especialmente la Conferencia de Yalta, celebrada en febrero de 1945, donde se configuró el mapa de la Europa de la posguerra. En 1945 era un personaje admirado en todo el mundo, con lo que su gran reputación camuflaba el hecho de que el papel militar desempeñado por Gran Bretaña durante la contienda hubiera acabado siendo secundario. No obstante, al hacer caso omiso de las demandas populares de reforma social durante la posguerra, Churchill fue derrotado por el Partido Laborista en las elecciones de ese año. En julio de 1945 asistió a las primeras reuniones de la Conferencia de Potsdam, pero fue sustituido en la representación británica por el nuevo primer ministro, Clement Richard Attlee.
Churchill criticó las reformas encaminadas a crear el Estado de bienestar realizadas por el gobierno laborista de su sucesor, Attlee, y que, de alguna forma, él mismo había ayudado a inspirar en su actividad ministerial desempeñada a comienzos de la década de 1910. También advirtió del peligro que representaba la expansión soviética en un famoso discurso, pronunciado en la localidad estadounidense de Fulton (Missouri) en 1946, donde creó la expresión telón de acero. Volvió a ser primer ministro desde 1951 hasta 1955, pero, en esta ocasión, tanto su edad como los problemas de salud le impidieron imprimir dinamismo a su mandato. Tras presentar su dimisión, se dedicó a la pintura y a la literatura durante sus últimos años. Falleció el 24 de enero de 1965, en Londres.
Conferencia de Yalta
En febrero de 1945, los líderes de las potencias aliadas se reunieron en Yalta, en la península de Crimea, para discutir la estrategia militar conjunta en los que habrían de ser meses finales de la II Guerra Mundial. Conocidos como los ‘Tres Grandes’, aquellos líderes eran el primer ministro de Reino Unido, Winston Churchill (en la fotografía, sentado a la izquierda); el presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt (en el centro); y el máximo dirigente de la Unión Soviética, Stalin (a la derecha).
Churchill fue también un notable historiador. Entre sus obras más famosas se encuentran La II Guerra Mundial (6 volúmenes, 1948-1953), Historia de los pueblos de habla inglesa (4 volúmenes, 1956-1958) y, sobre todo, sus Memorias Churchill (6 volúmenes, 1948-1954). En 1953 recibió el Premio Nobel de Literatura y se le concedió el título de sir.
4 | VALORACIÓN |
La desaparición de Churchill en 1965, al igual que la de la reina Victoria I en 1901, marcó el fin de una época de la historia británica. Nacido en el seno de una familia de la aristocracia victoriana, fue testigo y partícipe de la transformación del Imperio Británico en el Estado de bienestar, así como del declive de su país como potencia mundial. No obstante, su verdadero valor reside en que, gracias a su firme e inquebrantable coraje, consiguió guiar al pueblo británico y, con él, a las democracias occidentales, desde el abismo de la derrota contra el totalitarismo hasta la victoria final, en el mayor conflicto que el mundo había vivido.
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