Pedro Soto de Rojas (1584-1658),
escritor español, nacido y fallecido en Granada. Graduado en Cánones en su
ciudad natal (1610) y en Leyes en Valladolid y Madrid, ejerció como
eclesiástico en la iglesia colegial granadina de El Salvador. En la corte
madrileña sirvió a Jorge de Tobar, consejero del rey Felipe III, y al valido de
Felipe IV, Gaspar de Guzmán y Pimentel, conde-duque de Olivares. A éste le
dedicó Desengaño de amor en rimas (1623). A la vez, trabó relaciones con
academias literarias madrileñas, entre ellas la del conde de Saldaña y la
llamada Selvaje, donde adoptó el seudónimo de Ardiente. Allí pronunció en 1612
su Discurso sobre la poética.
De vuelta en Granada se desempeñó como
canónigo y abogado del Santo Oficio. Este cargo no le evitó disputas con el
cabildo granadino que lo llevaron un par de veces a la cárcel. En 1629 se
retiró a vivir en un carmen o jardín que fue su morada final. En vida recibió
elogios de ilustres colegas como Góngora, Cervantes y Lope de Vega (en Laurel
de Apolo). Su obra, aparte la participación en certámenes, redacción de
elogios a príncipes y apologías de santos, comprende algún texto en prosa, como
el Discurso contra el ocio y en loor del ejercicio, y varios conjuntos
poéticos, aparte del citado: Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos
para pocos (1652, publicado por primera vez en 1619, sin el nombre del
autor), obra escrita en silvas (véase Versificación) que se refiere a su
jardín en Granada, espacio que “delicioso pronuncia un paraíso”; Fragmentos
de Adonis (1652); Los rayos de Faetón (1639); y Églogas
madrigales (1652). Su trabajo fue de lenta elaboración y se inscribe en la
tradición del barroco, es decir de la imagen elaborada, la sintaxis compleja y
las abigarradas referencias a la mitología clásica. Sus temas recurrentes son
también típicos de la poesía de la época: el desengaño del mundo, la soledad
del hombre en el cosmos, la plegaria a un Dios infinitamente lejano y silencioso.
Los poetas de la generación del 27 reivindicaron, además de la obra de Góngora,
la riqueza de estilo e imágenes de Pedro Soto de Rojas. Vicente Aleixandre y
Emilio Prados, concretamente, recuperaron aspectos de su poesía, sobre todo la
imagen del jardín paradisiaco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario