Aníbal
(247-182 a.C.), general y político cartaginés, hijo de Amílcar Barca, cuya
marcha sobre Roma desde Hispania a través de los Alpes entre el 218 y el 217
a.C. sigue siendo una de las hazañas más grandiosas de la historia militar.
A los
nueve años Aníbal acompañó a su padre en la expedición cartaginesa para
conquistar Hispania. Antes de empezar, el niño prometió odio eterno a Roma, el
enemigo más encarnizado de Cartago. Desde los 18 a los 25 años, Aníbal fue
responsable de la realización de los planes de su cuñado Asdrúbal para extender
y consolidar el control sobre la península Ibérica. Cuando Asdrúbal fue
asesinado en el 221 a.C., el Ejército eligió a Aníbal como comandante en jefe.
En un periodo de dos años sometió el territorio entre los ríos Tajo y Iberus
(Ebro), excepto la ciudad de Saguntum (Sagunto), aliada de los romanos, la cual
fue tomada después de sitiarla durante ocho meses. Los romanos tildaron este
ataque de violación del tratado existente entre Roma y Cartago y exigieron que
ésta les entregara a Aníbal. Los cartagineses se negaron, lo cual precipitó
(218-201 a.C.) la segunda de las Guerras Púnicas.
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EL CRUCE DE LOS ALPES
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La
marcha de Aníbal sobre Roma comenzó en el 218 a.C. Partió de Cartago Nova
(actual Cartagena), en Hispania, con un ejército de aproximadamente cien mil
hombres, incluida la caballería y un número considerable de elefantes para
transportar materiales y más tarde utilizarlos en la batalla. Cruzó los
Pirineos y el río Ródano, atravesó los Alpes en quince días, a pesar de las
tormentas de nieve, los desprendimientos de tierra y los ataques de las tribus
hostiles de las montañas. Reclutó más hombres entre los ínsubros, un pueblo
celta asentado en el norte de Italia, para compensar la pérdida de casi la
mitad de sus hombres durante la larga marcha, y dominó a una tribu hostil a los
ínsubros. Entonces obligó a las tribus ligures y celtas de la parte superior
del curso del río Po a entrar en una alianza. Causó derrotas aplastantes a los
romanos mandados por Publio Cornelio Escipión (el padre de Escipión el
Africano) en las batallas de los ríos Tesino (Ticino) y Trebia (218 a.C.), y
bajo el mando del cónsul romano Cayo Flaminio Nepote en el lago Trasimeno (217
a.C.). Después de cruzar los Apeninos e invadir las provincias romanas de
Picenum y Apulia, Aníbal regresó a la fértil región de Campania, la cual asoló.
El
general romano Quinto Fabio Máximo Verrucoso fue enviado desde Roma para
oponerse a Aníbal, y adoptó una estrategia muy cauta. Evitó todo encuentro
decisivo con las tropas cartaginesas, no obstante tuvo éxito manteniendo
alejado de Roma a Aníbal, lo que permitió a los romanos recuperar sus reservas
militares. Aníbal invernó en Gerontium, y en la primavera del 216 a.C. tomó
posiciones en Cannas, junto al río Aufidus (actual Ofanto). Allí aniquiló al
ejército romano compuesto por más de 50.000 hombres bajo el mando del cónsul
Lucio Emilio Paulo, quien murió en la batalla. Cayo Terencio Varrón (muerto
después del 200 a.C.) escapó con el remanente del ejército romano. Los
cartagineses perdieron aproximadamente 5.700 hombres.
El
curso de la guerra cambió gradualmente en contra de Aníbal. El gobierno
cartaginés se negó a enviarle refuerzos. Marchó sobre Neapolis (Nápoles), pero
fracasó en la toma de la ciudad. Sin embargo, Capua, una de las ciudades
italianas que cayeron bajo dominio de Aníbal después de la victoria de Cannas,
le abrió sus puertas y allí pasó el invierno del 216-215 a.C. En el 211 a.C.,
Aníbal intentó tomar Roma, pero los romanos mantuvieron con éxito sus
posiciones. Entonces, los romanos recuperaron Capua, con lo cual Aníbal perdió
la lealtad de muchos de sus aliados itálicos y las esperanzas de reponer sus
tropas con nuevos soldados. Tras cuatro años de lucha poco convincente, Aníbal
pidió ayuda a su hermano Asdrúbal Barca, quien inmediatamente salió de
Hispania. No obstante, Asdrúbal fue sorprendido, derrotado y asesinado en el
207 a.C. por el cónsul romano Cayo Claudio Nerón en la batalla del río Metauro.
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VICTORIA ROMANA
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En el
202 a.C., después de cinco años y con la rápida caída del poderío militar de
Cartago, Aníbal tuvo que volver a África para dirigir la defensa de su país
contra una invasión romana a cargo de Escipión el Africano. Cuando se encontró
con Escipión en Zama, al norte de África, sus inexpertos reclutas huyeron,
muchos desertaron uniéndose a los romanos y los veteranos fueron reducidos.
Cartago capituló ante Roma y la segunda Guerra Púnica llegó a su fin.
Tras la
firma de un tratado de paz con Roma en el 201 a.C., Aníbal inmediatamente
comenzó a preparar la reanudación de la lucha. Reformó la legislación
cartaginesa, redujo la corrupción en el gobierno y dejó las finanzas de la
ciudad en estado solvente. Sin embargo, los romanos lo acusaron de intentar
romper la paz y fue obligado a salir de Cartago, refugiándose en la corte de
Antíoco III, rey Seléucida de Siria. Luchó junto a Antíoco contra los romanos,
pero cuando el monarca Seléucida fue derrotado en Magnesia del Sípilo (actual
Manisa, en Turquía) en el 190 a.C. y firmó un tratado con Roma prometiendo la
rendición de Aníbal, éste escapó para refugiarse con Prusias II, rey de Bitinia
(que reinó en 192-148 a.C.), en el norte de Asia Menor. Cuando Roma pidió de
nuevo, y consiguió, la entrega de Aníbal, éste se suicidó.
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