El canto de la tierra, de Mahler
El compositor alemán Gustav Mahler fue uno de los últimos grandes compositores románticos de principios del siglo XX. Consideraba que sus sinfonías (obras largas y complejas que utilizan toda la gama sonora de la orquesta) eran todo un mundo en sí mismas. En El canto de la tierra (1908), obra de la que aquí se escucha un fragmento, Mahler transmite una gran emoción con sus atrevidas melodías y su orquestación llena de color utilizando para el texto traducciones de poemas chinos.
Gustav Mahler (1860-1911), compositor y director austriaco cuya obra marca el cenit de la evolución de la sinfonía romántica. Ejerció gran influencia en compositores del siglo XX como los austriacos Arnold Schönberg y Alban Berg.
Nacido el 7 de julio de 1860 en Kalischt (Kaliste en la actual República Checa), estudió música en el Conservatorio de Viena y filosofía en la universidad de esta capital. En el conservatorio siguió los cursos de Alfred Epstein y asistió a clases de Anton Bruckner. En 1880 fue nombrado director asistente en Bad Hall, Austria. Posteriormente trabajó como director de ópera en diversas ciudades europeas como Kassel, Praga, Leipzig, Pest o Hamburgo. En 1897 fue nombrado director artístico de la Ópera Imperial de Viena. Gracias a su tesón consiguió que en la década siguiente Viena gozara de un gran prestigio internacional como centro de ópera con representaciones ejemplares de obras de Christoph Willibald Gluck, Wolfgang Amadeus Mozart y Richard Wagner. En 1907 Mahler viajó a Nueva York, donde entre 1908 y 1910 dirigió la Metropolitan Opera y de 1910 a 1911 la Filarmónica. Falleció el 18 de mayo de 1911 en Viena.
De entre sus sinfonías, la sinfonía no numerada Das Lied von der Erde (El canto de la tierra, 1908) y cuatro de las nueve numeradas incluyen voces solistas con o sin coro. De los ciclos de canciones Kindertotenlieder (Canciones de los niños muertos, 1902) y de la colección de canciones titulada Des Knaben Wunderhorn (1888) hay versiones con acompañamiento orquestal y de piano. Las Lieder eines fahrenden Gesellen (Canciones de un camarada errante, 1883) tienen acompañamiento orquestal. También compuso canciones para voz y piano y una décima sinfonía, que dejó inacabada pero de la que existen varias versiones terminadas por otros músicos.
En las sinfonías de Mahler se aprecian influencias de Ludwig van Beethoven y Johannes Brahms así como de Richard Wagner y Anton Bruckner. Mahler utilizó la música coral y vocal en la sinfonía de forma similar a Beethoven, en su Sinfonía nº 9 en re menor, opus 125, con textos de la 'Oda a la alegría' de Friedrich Schiller, consiguiendo una unión musical y dramática como la que Wagner buscaba en sus dramas musicales.
Al igual que Wagner y Bruckner, Mahler utilizó amplios recursos orquestales y su orquestación se anticipó al siglo XX en cuanto a la búsqueda del color en los diferentes instrumentos, la utilización de pequeñas combinaciones instrumentales y la inclusión de algunos poco comunes como la mandolina y el armonio. Su música es siempre de tipo contrapuntístico. Para él la orquestación era una herramienta para obtener la mayor claridad posible en las diferentes líneas musicales.
La obra de Mahler supone la máxima evolución de la sinfonía romántica 'Para mí', solía decir, 'componer una sinfonía equivale a un acto de creación del mundo'. Sus sinfonías más breves (nº 1 y nº 4) tienen una duración de una hora y la más larga (la nº 3 en seis movimientos) de más de hora y media, con un primer movimiento de 35 minutos. Al mismo tiempo, a principios del siglo XX, Jean Sibelius también se replanteaba la forma musical de la sinfonía, aunque en dirección opuesta: condensando y destilando la materia musical.
Con la misma libertad que permitió a Wagner y a Bruckner llevar casi al límite el sistema tradicional de tonalidades y armonías, Mahler se mantuvo dentro de este sistema, aunque alterando su premisa básica, por lo que la mayor parte de sus sinfonías presentan esquemas tonales progresivos que finalizan en una tonalidad diferente a la inicial. Mahler se sitúa en el límite mismo de los recursos de la herencia tradicional. Fue consciente de la desintegración de los valores armónicos y formales que vivió. Las sinfonías de Mahler constituyen un viaje psicológico, por lo general en forma de batalla titánica entre el optimismo y la desesperación expresados de forma irónica. Esta mezcla de alegría y desesperación, cuyo origen son tristes recuerdos de infancia, fue identificada por Sigmund Freud como la faceta central del carácter del compositor. Sin embargo, todas las sinfonías, excepto la nº 6, finalizan en un ambiente de alegría o al menos de serena resignación. Su música transmite en último término una mezcla de vulnerabilidad humana y consumada musicalidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario