Juan Ramón Jiménez
La poesía del premio Nobel español Juan Ramón Jiménez (1881-1958) es original e independiente de cualquier escuela poética, aunque el simbolismo, interpretado de una manera personal es la única constante de toda su obra. Con el paso de los años su estilo se fue haciendo cada vez más depurado, siempre en busca de la belleza absoluta, de la poesía y del espíritu que intentó fundir con su lirismo esencial interior, sin dejar de ser al mismo tiempo metafísico y abstracto. El retrato de la ilustración fue pintado por Daniel Vázquez Díaz.
Juan Ramón Jiménez (1881-1958), poeta español y premio Nobel de Literatura en 1956.
Nació en Moguer (Huelva), y estudió en la Universidad de Sevilla. Los poemas de Rubén Darío, el miembro más destacado del modernismo en la poesía española, lo conmovieron especialmente en su juventud. También sería importante la lectura de los grandes poetas del simbolismo francés, que acentuaron su inclinación hacia la melancolía. En 1900 publicó sus dos primeros libros de poemas: Ninfeas y Almas de violeta. Poco después se instalaría en Madrid, haciendo varios viajes a Francia y luego a Estados Unidos, donde se casó con la que sería su compañera de toda la vida, Zenobia Camprubí. En 1936, al estallar la Guerra Civil española, se vio obligado a abandonar España. Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico, fueron sus sucesivos lugares de residencia. Moriría en este último país donde, en 1956, ya muy enfermo, recibió la noticia de la concesión del Premio Nobel.
2 | OBRA |
La obra poética de Juan Ramón Jiménez es muy extensa, con libros que, a lo largo de su vida, en un afán constante de superación, fue repudiando o de los que salvaba algún poema, casi siempre retocado en las sucesivas selecciones. Entre sus principales antologías se encuentran Poesías escojidas (1917), Segunda antolojía poética (1922), Canción (1936) y Tercera antolojía (1957).
La influencia del modernismo se percibe en los primeros libros, aunque su mundo poético pronto apunta, como el de Bécquer, hacia lo inefable, con unos poemas elaborados a partir de sensaciones refinadas, sutiles estados líricos y el énfasis en la importancia de las relaciones entre palabra y música.
Pero el arte de Juan Ramón Jiménez se hace independiente de cualquier escuela, aunque el simbolismo, ya totalmente asumido, siga influyendo en su poesía casi hasta el final. Con el paso de los años su estilo se hace cada vez más depurado, siempre en busca de la belleza absoluta, de la poesía y del espíritu que él intenta fundir con su lirismo esencial interior, sin dejar de ser al mismo tiempo metafísico y abstracto, como se aprecia en Baladas de Primavera (1910) o La soledad sonora (1911).
Diario de un poeta recién casado (1917) fue escrito durante su viaje a Estados Unidos, donde conoció y se casó con Zenobia. Contiene ritmos inspirados por el movimiento del mar, verso libre, prosa, sugerencias humorísticas e irónicas. El libro supone un canto a la mujer, el mundo marino y Estados Unidos.
Siguen Eternidades (1918), Piedra y cielo (1919) y uno de los puntos más altos de su poesía, Estación total, un libro escrito entre 1923 y 1936, aunque no llegó a publicarse hasta 1946. La identificación del poeta con la belleza, con la plenitud de lo real, con el mundo, es casi absoluta. La palabra aúna abstracción y realidad, y el poeta se hace “poeta total”, ejemplo de fusión entre el sujeto y el universo, sin que ello implique abandonar la singularidad de la propia voz.
Los escritos en prosa que formarían posteriormente la vasta galería Españoles de tres mundos (1942) empezaron a publicarse en diarios y revistas en los años inmediatamente anteriores a su exilio. Otro libro suyo escrito en prosa poética —y al que le debe gran parte de su fama universal— es Platero y yo (1917), donde funde fantasía y realismo en las relaciones de un hombre y su asno. Es el libro español traducido a más lenguas del mundo, junto con Don Quijote de Miguel de Cervantes.
Escribió ya en América los Romances de Coral Gables (1948) y Animal de fondo (1949). Con ellos y el poema “Espacio”, Juan Ramón Jiménez alcanza lo que se ha llamado su “tercera plenitud”, determinada por el contacto directo con el mar.
En Animal de fondo construye el símbolo con un lenguaje próximo a una religiosidad inmanente y panteísta. La poesía antes que palabra es conciencia; inteligencia que permite al poeta nombrar. El tiempo acaba fundiéndose con el espacio. El poeta simbolista y romántico, metafísico después y puro —que configuran al Juan Ramón Jiménez más hondo e intenso—, se revela finalmente como un visionario y metafísico que mantiene una alta tensión poética a partir de iluminaciones nacidas en lo profundo de su sensibilidad.
Su interés por simplificar la ortografía (eliminar la g y sustituirla por la j cuando su sonido es el mismo, o renegar de la x en palabras como “estraño”) atiende, más que a una mera preocupación de gramático, a un mayor acercamiento entre el fonema y la grafía que lo representa, seguramente en la línea de las vanguardias que experimentaron con el valor plástico de la palabra en la página. La letra, al fin y al cabo, es la representación pictórica de un sonido, del mismo modo que las notas en una partitura reproducen los acordes de una composición musical.
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