Pedro II el Católico (c.
1177-1213), rey de Aragón (1196-1213), dedicó sus atenciones preferentes a la
presencia catalana en el sur de Francia. Era el primogénito de Alfonso II el Casto
y de Sancha de Castilla. En 1196, tras el fallecimiento de su padre, recibió de
éste el reino de Aragón y el condado de Barcelona, es decir, la Corona de
Aragón. En sus primeros años de reinado gobernó, no sin problemas, bajo la
tutela de su madre. Mantuvo buenas relaciones con Alfonso VIII de Castilla, con
quien colaboró en sus luchas contra el reino de León y particularmente en la
cruzada contra los almohades que culminó en la victoria de las Navas de Tolosa
(1212). Hombre de profundas convicciones religiosas, en 1204 acudió a Roma para
ser coronado por el papa Inocencio III, infeudando la Corona de Aragón a la
Santa Sede. La preocupación por las tierras de Occitania (la región del sur
francés cuya lengua es la provenzal) estuvo presente desde el primer momento de
su ejercicio del trono aragonés. En 1204, casó con María, heredera de
Montpellier, de cuyo matrimonio nació cuatro años más tarde quien sería su
sucesor, Jaime I. Al morir su hermano, Alfonso II de Provenza, en 1209, trató
de incorporar el señorío que éste tenía en el sur de Francia desde el
fallecimiento del padre de ambos.
Asimismo, Pedro II fue
un decidido protector de las órdenes militares del Temple y de San Juan de
Jerusalén. Pero su gran problema se hallaba en el sur de Francia, en donde se
estaba difundiendo la herejía albigense (nombre que recibieron los cátaros
asentados en esa región). Frente a los herejes se organizó una cruzada que,
dirigida por Simón IV, señor de Montfort, tenía también fines políticos al
servicio de la monarquía francesa. Los cruzados atacaron a diversos vasallos
del monarca aragonés, entre ellos al conde de Tolosa. Pedro II intentó lograr
un acuerdo (entrevista con Simón IV en 1211), pero al final tuvo que luchar en
defensa de sus tierras y de sus vasallos, pese a la amenaza de excomunión por
apoyar a los herejes. La batalla de Muret (13 de septiembre de 1213), en la que
Pedro II encontró la muerte, supuso el fin de las aspiraciones ultrapirenaicas
de la Corona de Aragón.
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