Quincuagésimo segundo virrey JUAN VICENTE DE GÜEMES PADILLA




Quincuagésimo segundo virrey
JUAN VICENTE DE GÜEMES PADILLA
HORCASITAS Y AGUAYO
(Conde de Revillagigedo, caballero de la Orden Militar de Carlos III y barón de Benilova y Rivarroja)
(1789-1794)

Este virrey, que seguramente fue uno de los mejores que tuvo la Nueva España, era originario de La Habana, hijo de don Juan Francisco de Güemes, primer conde de Revillagigedo, quien de 1746 a 1755 fue también virrey de la Nueva España.
Don Juan Vicente era el tercer virrey criollo. A mediados de 1789 recibió el nombramiento, llegó a Veracruz a principios de octubre y el 16 del mismo mes recibió el mando en la Villa de Guadalupe. Tenía además los cargos de presidente de la Audiencia y capitán general. Desde muy joven sirvió en el ejército y se hizo notar en la campaña contra los ingleses en Gibraltar. Se ocupó de inmediato en la celebración del coronamiento del rey Carlos IV.
              Revillagigedo era trabajador, activo y enérgico. Tenía 49 años cuando recibió el gobierno, estaba en la flor de la edad. Empezó por hacer investigar y castigar prontamente el asesinato del comerciante don Joaquín Dongo y sus dependientes y criados. Resultaron responsables tres españoles de apellidos Aldama, Quintero y Blanco, que fueron detenidos, juzgados, sentenciados y ejecutados en 15 días. Le causó asombro al virrey el desaseo que había en todas partes, en las calles, en los mercados, en los paseos. La mayor parte del pueblo andaba casi desnudo, llevando sólo una especie de sábana y un sombrero de palma sucio y maltratado. Las casas estaban mal hechas, descuidadas o maltratadas; la instrucción pública en completo abandono, no había escuelas gratuitas de primeras letras y las demás eran deficientes, con la atención de ancianos sacerdotes casi siempre carentes de ilustración Los alumnos más bien recibían una limitada enseñanza reducida a ideas supersticiosas y negativas, que impedía el progreso y la investigación Los caminos estaban de tal manera abandonados que solamente a pie o en mula se les podía transitar. El ejército existía a medias, en todos lados había desorden y confusión. Este activo e inteligente virrey organizó el Archivo General de la Nación, coleccionando documentos antiguos y de gran valor. Todas las calles principales fueron dotadas de alumbrado, se establecieron rondas y patrullas; mandó construir bombas para sofocar incendios, ordenó que los cementerios estuvieran afuera, alejados de las poblaciones y tuvo grandes disgustos con el clero y los ayuntamientos por esta medida.
              Embelleció los paseos, creó escuelas en diferentes ciudades, contrató maestros competentes para la Academia de San Carlos, fundando la cátedra de Matemáticas aplicadas a la Arquitectura; perfeccionó el establecimiento de las intendencias, fomentó el cultivo de plantas textiles (algodón, cáñamo y lino) y reglamentó el corte de madera; intensificó la construcción de los caminos a Veracruz, Acapulco, Guadalajara, San Blas y Toluca, e hizo que hubiese correos bisemanales a las capitales de las intendencias; abrió numerosas escuelas primarias y favoreció los estudios profesionales en las grandes ciudades. Impulsó el estudio de la botánica, concediendo premios a los alumnos aventajados; hizo construir navíos ligeros bien armados para la vigilancia de las costas, ayudó en la formación de las expediciones a Nutka, Alaska y las islas Hawai.
              Durante su gobierno se produjo la Revolución Francesa y todo lo acaecido en el terrible año de 1793 fue motivo de alarma y de sobresalto para los gobernantes de Indias. Se prohibió la entrada en las colonias de libros, folletos y periódicos que trajeran al país las nuevas ideas, a fin de evitar los desórdenes en las colonias. La guerra con los franceses ocasionó enormes gastos y el virrey Revillagigedo, además de otras sumas ya remitidas, reunió tres millones de pesos para mandarlos a España, aunque no descuidó el progreso del Virreinato. Mandó levantar planos de las principales ciudades, promovió el establecimiento de numerosas fábricas, continuaron las obras del desagüe y se formularon estatutos para la cátedra de anatomía en el Hospital General de los Naturales.
              En 1794 muchos funcionarios, a quienes no se les permitían abusos ni ventajas, acusaron al virrey de cometer innumerables tropelías. La Corona hizo caso a las intrigas y ordenó que el conde de Revillagigedo entregase el poder el mes de julio y saliera para España. En el juicio de residencia que se le siguió en el Consejo de Indias demostró ampliamente su rectitud, su honradez y su gran actividad en beneficio del Virreinato de Nueva España, cuyo gobierno se le había confiado. La Audiencia, que lo acusó, tuvo que pagar los costos. Este gran virrey, sin duda uno de los mejores gobernantes que tuvo la Nueva España, murió en Madrid el 2 de mayo de 1799.

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