LUIS XIV ( 1643-1715) EL REY SOL





Durante la minoría de Luís XIV  su madre Ana de Austria, hija de Felipe III, ejerció la regencia asesorada por el cardenal Mazarino, a quien Richelieu, antes de morir, había designado como continuador de su política.
En 1657 España se vio obligada a firmar la Paz de los Pirineos por la que Francia adquirió el Rosellón, la Cerdeña y algunas plazas de Flandes y se convino, además, el matrimonio de Luis XIV con María Teresa, hija de Felipe IV de España y, por tanto, hermana de Carlos II.
A la muerte de Mazarino, Luis XIV se encargó personalmente de los asuntos del Estado, fiel a su lema: "El Estado soy yo".
Supo rodearse de ministros capaces y realizar una acertadísima obra de gobierno. Colbert, ministro de Hacienda, saneó la economía y consiguió a los tres años de su gestión doblar los ingresos de la Corona. La industria y el comercio recibieron enorme impulso al suprimirse algunos impuestos  existentes desde la Edad Media, se construyeron caminos, puentes, canales y puertos, y se impulsó de tal modo la construcción de buques, que Francia pasó a ser la primera potencia marítima.
Louvois organizó magníficamente la milicia,
se crearon los cuerpos de infantería, ingenieros, granaderos, artilleros y de caballería, se reemplazó el mosquetón por el fusil de chispa y se inventó la bayoneta (en Bayona) para suprimir los soldados en encuentros cuerpo a cuerpo. Cada cuerpo tuvo su uniforme y, en lo sucesivo, todos los jefes y oficiales fueron nombrados por el rey. Vauban ideó un nuevo sistema de fortificaciones y construyó un cinturón de hierro en las fronteras de Francia. Dueño del Estado más poderoso de Europa, Luis XIV ambicionaba la vasta herencia de los Habsburgo. Al morir Felipe IV de España, alegó que su esposa María Teresa tenía prioriad de derechos sobre el enfermizo Carlos II, habido durante el segundo matrimonio del monarca. Su petición se apoyaba en el llamado "derecho de devolución" que regía en Bravante y en cuya virtud los hijos de un primer matrimonio, aunque fuesen mujeres, eran preferidos a los varones del segundo matrimonio.
Por tanto, reclamó dos provincias de los Países Bajos y, al no ser atendida su petición, movilizó su ejército, que se apoderó dos zonas.
Al formarse contra él la triple Alianza, en la que entraron Suecia, Inglaterra y Holanda, devolvió los territorios ocupados, pero entonces emprendió una campaña contra Holanda "porque le daba la real gana". Los holandeses intentaron llegar a un acuerdo, pero ante la intransigencia de Luis XIV aunaron sus fuerzas y entregaron el mando a Guillermo de Orange. Mientras tanto, el Ejército francés había ocupado la casi totalidad del país y la caballería francesa se hallaba a dos millas de Amsterdam. En aquel momento los holandeses
abrieron las esclusas de los diques y todas las partes bajas del país fueron inundadas por las olas. El ejército francés se vio obligado a retroceder.
Luis XIV tuvo que afrontar una lucha contra España, la mayor parte de los príncipes alemanes y Holanda, que se unieron formando una nueva coalición. La guerra pasó por alternativas varias hasta que, a los cinco años, se firmó la Paz de Nimega (1678). Por ella, España tuvo que ceder a Francia el Franco Condado y doce plazas de Flandes lindantes con la frontera francesa.
El monarca francés, sin tener en cuenta lo estipulado, se anexionó más territorios de los previstos en Nimega,
perjudicando a Suecia y a España. Pero lo que colmó la indignación de las potencias fue la ocupación de Estrasburgo, considerada como ciudad libre. Formóse una nueva coalición que recibió el nombre de Liga de Augsburgo, en la que entraron España, Suecia, Alemania, Holanda, el duque de Saboya, el Papa e Inglaterra. Se combatió en toda Europa, aunque la lucha más encarnizada se desarrolló en el Rin. La región del Palatinado quedó prácticamente convertida en un desierto. Agotados los recursos de los Estados, se concertó la Paz de Ryswick (1697), tras la que Luis XIV devolvió las plazas ocupadas después de Nimega, con la sola excepción de Estrasburgo. Esta vez España no tuvo que ceder una pulgada de su territorio. El Rey Sol tenía a la vista el problema de la sucesión española y no se mostró exigente.


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