FRANCISCO JAVIER VENEGAS
(Marqués de la Reunión de la Nueva España)
(1810-1813)
Nació en Córdoba, a mediados del siglo XVIII. Inició estudios de la carrera literaria, aunque prefirió servir en el ejército donde ascendió por riguroso escalafón hasta teniente coronel.
Tomó parte en la campaña contra la República francesa y ya estaba retirado del servicio cuando se produjo la invasión napoleónica a España. Intervino en la batalla de Bailén y fue nombrado comandante del ejército de Andalucía. Prestó valiosos servicios en la campaña, por lo que fue nombrado gobernador de Cádiz, donde residía el gobierno Central de España y al estar desempeñando esta comisión dicha Junta lo nombró virrey de la Nueva España, por lo que se apresuró a embarcar hacia Veracruz a donde llegó el 25 de agosto de 1810. Recibió el gobierno, de la Audiencia, en la Ciudad de México, el 14 de septiembre.
Una de sus primeras medidas fue poner en ejecución el decreto por el cual se suspendía los tributos a indios y mulatos. Se mostró desde un principio hombre de pocas palabras, activo, sanguinario y calculador. Dos días después de haber tomado posesión el cargo supo de la insurrección del cura del pueblo de Dolores, don Miguel Hidalgo y Costilla. Venegas hizo que el ejército interviniera para sofocar la rebelión, que sabía no era un motín simple; pidió a las autoridades eclesiásticas que predicaran contra la insurgencia; como movió a todas las tropas para combatir a los insurrectos, la ciudad quedó sin guarnición.
Supo de la captura de Guanajuato y Valladolid por los insurgentes, nombre con que el propio Venegas empezó a llamarlos, tal y como franceses llamaban a los insurrectos en España. Hizo llamar apresuradamente al regimiento de las Tres Villas, con tropa levantada en Córdoba, Jalapa y Orizaba, y recibió el contingente de 500 negros libertos de las haciendas de don Gabriel de Yermo. Este núcleo tan poco numeroso fue puesto a las órdenes del teniente coronel don Torcuato Trujillo, quien al saber que los insurgentes marchaban con dirección a la capital del virreinato, de Tepetongo a Toluca, salió para ocupar esta ciudad que tuvo que abandonar para replegarse al cañón conocido como el Monte de las Cruces, donde fueron derrotados los realistas el 29 de octubre del mismo año de 1910, logrando apenas escapar Trujillo, Iturbide y otros jefes.
Venegas, muy alarmado, recurrió a algunos voluntarios armados con los que se formó un batallón, situándolo en el Paseo Nuevo. El cura Hidalgo, por una indecisión hasta ahora no explicada, dispuso la retirada con dirección a Valladolid. Venegas había mandado órdenes al general don Félix María Calleja, quien se encontraba en la hacienda de La Pila, en San Luis Potosí, para que marchara en auxilio de la Ciudad de México. En la marcha de Querétaro a México, la división de Calleja encontró a los insurgentes en los llanos de San Jerónimo Aculco, donde les inflingió una aparatosa derrota.
Continuando la campaña, Calleja derrotó a los insurgentes en el Puente de Calderón. Posteriormente, en 1811, los principales jefes rebeldes fueron hechos prisioneros en Acatita de Baján y Venegas creyó terminada la rebelión; pero entonces quedó informado de las actividades de don Ignacio López Rayón y de los triunfos en el sur del cura don José María Morelos. Por otro lado la Junta de Cáidz, que había formulado y puesto en vigor la primera Constitución, giró órdenes para que en todas las posesiones españolas fuese publicada la vigencia de ese importante documento. Venegas, que no era liberal, y en consecuencia partidario del absolutismo, retrasó 24 dias la publicación de dicha Constitución.
Como las guerrillas recorrían todo el territorio, cuando Venegas proclamó la Carta Magna de Cáidz ya había declarado en estado de guerra a la Nueva España, por lo que dicha Constitución resultaba inútil. Todo prisionero hecho por las tropas realistas era fusilado inmediatamente, la menor sospecha de colaboración con los insurrectos era motivo para que cualquier persona fuera detenida y enviada a prisión.
La Junta de Cádiz culpó a Venegas de que con sus arbitrariedades impedía la pacificación de la Nueva España, mientras que el partido español y la Audiencia de México lo acusaban de no impulsar la campaña con energía para acabar con los focos de rebelión. Aunque se giraron órdenes para que entregara el virreinato desde septiembre de 1812, hasta el 4 de marzo de 1813 ocurrió el cumplimiento de dicha disposición. Inmediatamente volvió a España, donde le recompensaron sus servicios con los títulos nobiliarios de marqués de la Reunión y de Nueva España. Murió en 1818, siendo capitán general en Galicia.
Una de sus primeras medidas fue poner en ejecución el decreto por el cual se suspendía los tributos a indios y mulatos. Se mostró desde un principio hombre de pocas palabras, activo, sanguinario y calculador. Dos días después de haber tomado posesión el cargo supo de la insurrección del cura del pueblo de Dolores, don Miguel Hidalgo y Costilla. Venegas hizo que el ejército interviniera para sofocar la rebelión, que sabía no era un motín simple; pidió a las autoridades eclesiásticas que predicaran contra la insurgencia; como movió a todas las tropas para combatir a los insurrectos, la ciudad quedó sin guarnición.
Supo de la captura de Guanajuato y Valladolid por los insurgentes, nombre con que el propio Venegas empezó a llamarlos, tal y como franceses llamaban a los insurrectos en España. Hizo llamar apresuradamente al regimiento de las Tres Villas, con tropa levantada en Córdoba, Jalapa y Orizaba, y recibió el contingente de 500 negros libertos de las haciendas de don Gabriel de Yermo. Este núcleo tan poco numeroso fue puesto a las órdenes del teniente coronel don Torcuato Trujillo, quien al saber que los insurgentes marchaban con dirección a la capital del virreinato, de Tepetongo a Toluca, salió para ocupar esta ciudad que tuvo que abandonar para replegarse al cañón conocido como el Monte de las Cruces, donde fueron derrotados los realistas el 29 de octubre del mismo año de 1910, logrando apenas escapar Trujillo, Iturbide y otros jefes.
Venegas, muy alarmado, recurrió a algunos voluntarios armados con los que se formó un batallón, situándolo en el Paseo Nuevo. El cura Hidalgo, por una indecisión hasta ahora no explicada, dispuso la retirada con dirección a Valladolid. Venegas había mandado órdenes al general don Félix María Calleja, quien se encontraba en la hacienda de La Pila, en San Luis Potosí, para que marchara en auxilio de la Ciudad de México. En la marcha de Querétaro a México, la división de Calleja encontró a los insurgentes en los llanos de San Jerónimo Aculco, donde les inflingió una aparatosa derrota.
Continuando la campaña, Calleja derrotó a los insurgentes en el Puente de Calderón. Posteriormente, en 1811, los principales jefes rebeldes fueron hechos prisioneros en Acatita de Baján y Venegas creyó terminada la rebelión; pero entonces quedó informado de las actividades de don Ignacio López Rayón y de los triunfos en el sur del cura don José María Morelos. Por otro lado la Junta de Cáidz, que había formulado y puesto en vigor la primera Constitución, giró órdenes para que en todas las posesiones españolas fuese publicada la vigencia de ese importante documento. Venegas, que no era liberal, y en consecuencia partidario del absolutismo, retrasó 24 dias la publicación de dicha Constitución.
Como las guerrillas recorrían todo el territorio, cuando Venegas proclamó la Carta Magna de Cáidz ya había declarado en estado de guerra a la Nueva España, por lo que dicha Constitución resultaba inútil. Todo prisionero hecho por las tropas realistas era fusilado inmediatamente, la menor sospecha de colaboración con los insurrectos era motivo para que cualquier persona fuera detenida y enviada a prisión.
La Junta de Cádiz culpó a Venegas de que con sus arbitrariedades impedía la pacificación de la Nueva España, mientras que el partido español y la Audiencia de México lo acusaban de no impulsar la campaña con energía para acabar con los focos de rebelión. Aunque se giraron órdenes para que entregara el virreinato desde septiembre de 1812, hasta el 4 de marzo de 1813 ocurrió el cumplimiento de dicha disposición. Inmediatamente volvió a España, donde le recompensaron sus servicios con los títulos nobiliarios de marqués de la Reunión y de Nueva España. Murió en 1818, siendo capitán general en Galicia.
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