Los monos eran conocidos en la antigüedad y Hannon, navegante cartaginés, nos habla de los gorilas que encontró en su periplo hasta las costas de Guinea. En el siglo XVIII llegó por primera vez a Europa un orangután hembra capturado en Borneo. El chimpancé también era conocido, y algunos naturalistas atribuían la existencia de estos dos antropoides al hecho de haberse cruzado algún mono con una indígena raptada por un simio. En aquel tiempo estas ideas no suscitaban mayores discusiones como no fuese la simple curiosidad. El creacionismo a ultranza era casi un dogma de fe, y fue preciso que se produjeran cambios muy notables en la sociedad y en los medios intelectuales de Europa para que el origen del hombre suscitara violentas polémicas.
A fines del siglo XVIII, antes de la Revolución Francesa, comenzó a producirse un despertar en la Ciencia biológica largos siglos abandonada. Linneo, Buffon, Lamarck, Cuvier y otros estudiaron el mundo de los seres vivos, estableciendo las bases de la Historia Natural de hoy. Se descubrió la existencia de la célula vegetal y animal, y Cuvier inició el estudio de la anatomía comparada. Los sucesivos hallazgos de fósiles de animales desaparecidos pusieron al rojo vivo el estudio del pasado. La búsqueda del "hombre fósil" apasionó incluso a la buena sociedad. Unos se declararon partidarios decididos del "viejo pecador", según frase de Scheuchzer, que encontró el fósil de una salamandra y creyó haber hallado el hombre antediluviano, mientras otros, como Cuvier, creían que el hombre fósil no había existido nunca.
El golpe teatral lo dió un inglés tímido y reservado, a quien abrumaba la fama que tuvo su abuelo.
Decidido a conocer mundo, sacudió viejos prejuicios tradicionales y aceptó la oferta de embarcar a bordo de un navío inglés que se disponía a realizar un viaje científico alrededor del mundo. El joven se llamaba Carlos Darwin y el buque era el Beagle. La expedición recorrió las costas atlánticas de América del Sur, Patagonia, las Malvinas, Tierra del Fuego, las islas Galápagos, la Polinesia, etc., y el naturalista Darwin encontró innumerables hechos que le obligaron a meditar. Sin embargo, su obra no puede tachársela de improvisada, porque necesitó 20 años para dar a la imprenta su tratado cumbre, El origen de las especies, con el que no pretendía, en absoluto, demostrar que el hombre procedía del mono.
Pero cuando la "British Association for the Advancement of the Science", en 1860 celebró pública sesión con asistencia de cerca de un millar de socios, sabios y curiosos, Tomás Huxley, gran amigo de Darwin defendió no sólo la tesis evolucionista, sino el transformismo más extremado, oponiéndosele el obispo anglicano Samuel Wilberforce, el cual no quería admitir ni una sola de las afirmaciones darwinistas.
A partir de aquel momento el mundo se encontró dividido en dos campos: los que no admitían la menor evolución y defendían que Dios había creado todas y cada una de las especies tal cual hoy las conocemos, y los que, por espíritu también extremista, defendían que el hombre procede del mono.
El descubrimiento de un esqueleto humano fósil en un valle próximo a Dusseldorf, llamado Neanderthal, suscitó nuevas discusiones porque el profesor Fulhrot aseguraba que los restos correspondían a un hombre que vivió antes del Diluvio, mientras el alemán Mayer sostenía que eran de un cosaco de Napoleón enterrado en 1814 y el inglés Blake estaba convencido de que se trataba del esqueleto de un hidrocéfalo, un anormal.
El cráneo era extraño, con dos grandes formaciones sobre las cejas, a modo de arcos superciliares, dos fémures enormes, una mandíbula potentísima y de mentón retraído. Era el que hoy conocemos con el nombre de "Hombre de Neanderthal".
A partir de entonces, los hallazgos de huesos y restos fósiles diversos fueron tantos y en lugares tan variados, que ya no fue posible negar la evidencia: el hombre fósil existía y era posible medirlo, reconstruirlo y estudiarlo.
Sin embargo, los descubrimientos que se han sucedido en gran número y en países muy apartados unos de otros, no han ocurrido en el mismo orden cronológico en que vivieron estos hombres fósiles. En cada caso ha sido preciso datar los restos y situarlos en un momento de la historia de la Tierra, cosa no siempre fácil.
Poco tiempo después del encuentro del hombre de Neanderthal, fue hallado el hombre de Cro-Magnon, de raza y constitución completamente distinta. Éste demostraba una nobleza y un estadio de evolución más avanzado que el primero. Los hombres de frente estrecha, baja y mandíbula fuerte, llamados de Neanderthal vivieron en Europa hace unos 100.000 años y crearon la civilización de la piedra tallada.
Los hombres de Cro-Magnon, de frente alta y despejada, y barbilla saliente, fueron los artífices de la piedra pulida y de los períodos prehistóricos más próximos a nosotros.
Poco tiempo después se encontraron restos de hombres en Chancellade y Grimaldi, que demostraron estar emparentados con los anteriores. Estos últimos pertenecían a una raza negroide. Al mismo tiempo que estos hallazgos antropológicos, se descubrieron una serie de rastros, huellas, utensilios y objetos que evidenciaban la cultura de aquellos hombres primitivos, incapaces de expresarse por medio de la escritura. Nacía una ciencia, la Prehistoria, que debió luchar intensamente para que fuese admitida como la antesala obligada de la Historia. El descubrimiento de las pinturas rupestres de Altamira, ocurrido en 1874, por ejemplo, fue considerado como
una superchería hasta 1895 en que se descubrieron bisontes similares a los santanderinos en las cuevas francesas de la Dordogna.
OTRA BIOGRAFIA
(Shrewsbury, Reino Unido, 1809-Down, id., 1882)
Naturalista británico. Charles Darwin era hijo de un médico de buena posición y nieto del famoso médico, filósofo, naturalista y poeta inglés Erasmus Darwin. A pesar de cursar estudios de medicina en Edimburgo y de teología en Cambridge, inducido al parecer por su padre, muy preocupado por su futuro, su interés principal, estimulado entre otros motivos por la lectura de las obras del alemán Humboldt, se centraba en las ciencias naturales.
Este interés le impulsó a incorporarse, en calidad de naturalista de la expedición, al periplo alrededor del mundo del H.M.S. Beagle (1831-1836), al mando del capitán Robert Fitzroy, lo cual lo llevó a viajar por América del Sur, las islas del Pacífico, Australia, Nueva Zelanda y el sur de África.
Durante los viajes Charles Darwin acopió gran cantidad de materiales de todo tipo y realizó las detalladas observaciones que le permitieron, a su regreso al Reino Unido, enunciar la llamada teoría de la evolución, cuyos primeros esbozos comenzaron a tomar forma en 1837 y que tardaría más de dos décadas en ver la luz.
Aunque esta teoría le valió el reconocimiento universal, sus investigaciones le permitieron también confirmar la llamada teoría uniformista del geólogo escocés Charles Lyell (1749-1875), comprobar las relaciones existentes entre las rocas plutónicas y la lava volcánica y establecer las bases de la llamada teoría de la deformación. Así mismo, Charles Darwin formuló la teoría acerca de la formación de los arrecifes coralinos en vigor en la actualidad.
Entre sus diversas observaciones, tuvieron gran importancia los estudios efectuados en las islas Galápagos acerca de la gran diversidad de pinzones de aquellas latitudes, todos ellos perfectamente adaptados a diferentes nichos ecológicos. La combinación entre sus trabajos de campo y la lectura de una obra muy en boga por entonces, Ensayo sobre el principio de la población, de Malthus, le inspiró el desarrollo de la concepción básica de la teoría de la selección natural.
El fruto de sus trabajos, basados en métodos que han constituido auténticos modelos para la investigación científica posterior, lo plasmó, esencialmente, en su obra Sobre el origen de las especies, que se agotó el mismo día de su publicación (24 de noviembre de 1859) y fue traducida casi de inmediato a la mayoría de los idiomas cultos.
En dicha obra, Darwin propone, por un lado, que las especies no son inmutables, evolucionan con el tiempo y descienden unas de las otras y, por otro, que la principal causa de la evolución es la llamada selección natural, es decir, la supervivencia de los mejor adaptados, que, gracias a dicha adaptación, disponen de mayor cantidad de oportunidades para salir airosos en la lucha por la obtención de unos recursos limitados (alimentos, etc.), imprescindibles para su supervivencia.
La publicación de su obra principal le granjeó la animadversión de amplios sectores de la Iglesia Anglicana, opuestos a cuestionar la interpretación liberal de la Biblia, y suscitó innumerables polémicas acerca de la evolución del mono al hombre.
Darwin, que había reflexionado largamente respecto a la conveniencia o no de publicar sus trabajos, y que los dio a conocer, en colaboración con Wallace, impulsado por una comunicación que le daba noticia de hallazgos similares por otros investigadores, no participó directamente en las polémicas y dejó que fuera el biólogo británico Th. H. Huxley el encargado de asumir el peso de la defensa de su teoría de la evolución. A su muerte, Charles Darwin fue enterrado en Westminster, en el panteón de hombres ilustres del Reino Unido.
Obras:
El origen de las especies (On the Origin of Species by Means of Natural Selection, 1859)
La variación de los animales y de las plantas bajo la domesticación (The Variation of Animals and Plants under Domestication, 1868)
La descendencia humana y la selección sexual (The Descent of Man, and Selection in Relation to Sex, 1871)
Los efectos de la fecundación directa y de la fecundación cruzada en el reino vegetal (The Effects of Cross- and Self-Fertilisation in the Vegetable Kingdom, 1876)
Las diferentes formas de flores en plantas de la misma especie (The Different Forms of Flowers on Plants of the Same Species, 1877).
A fines del siglo XVIII, antes de la Revolución Francesa, comenzó a producirse un despertar en la Ciencia biológica largos siglos abandonada. Linneo, Buffon, Lamarck, Cuvier y otros estudiaron el mundo de los seres vivos, estableciendo las bases de la Historia Natural de hoy. Se descubrió la existencia de la célula vegetal y animal, y Cuvier inició el estudio de la anatomía comparada. Los sucesivos hallazgos de fósiles de animales desaparecidos pusieron al rojo vivo el estudio del pasado. La búsqueda del "hombre fósil" apasionó incluso a la buena sociedad. Unos se declararon partidarios decididos del "viejo pecador", según frase de Scheuchzer, que encontró el fósil de una salamandra y creyó haber hallado el hombre antediluviano, mientras otros, como Cuvier, creían que el hombre fósil no había existido nunca.
El golpe teatral lo dió un inglés tímido y reservado, a quien abrumaba la fama que tuvo su abuelo.
Decidido a conocer mundo, sacudió viejos prejuicios tradicionales y aceptó la oferta de embarcar a bordo de un navío inglés que se disponía a realizar un viaje científico alrededor del mundo. El joven se llamaba Carlos Darwin y el buque era el Beagle. La expedición recorrió las costas atlánticas de América del Sur, Patagonia, las Malvinas, Tierra del Fuego, las islas Galápagos, la Polinesia, etc., y el naturalista Darwin encontró innumerables hechos que le obligaron a meditar. Sin embargo, su obra no puede tachársela de improvisada, porque necesitó 20 años para dar a la imprenta su tratado cumbre, El origen de las especies, con el que no pretendía, en absoluto, demostrar que el hombre procedía del mono.
Pero cuando la "British Association for the Advancement of the Science", en 1860 celebró pública sesión con asistencia de cerca de un millar de socios, sabios y curiosos, Tomás Huxley, gran amigo de Darwin defendió no sólo la tesis evolucionista, sino el transformismo más extremado, oponiéndosele el obispo anglicano Samuel Wilberforce, el cual no quería admitir ni una sola de las afirmaciones darwinistas.
A partir de aquel momento el mundo se encontró dividido en dos campos: los que no admitían la menor evolución y defendían que Dios había creado todas y cada una de las especies tal cual hoy las conocemos, y los que, por espíritu también extremista, defendían que el hombre procede del mono.
El descubrimiento de un esqueleto humano fósil en un valle próximo a Dusseldorf, llamado Neanderthal, suscitó nuevas discusiones porque el profesor Fulhrot aseguraba que los restos correspondían a un hombre que vivió antes del Diluvio, mientras el alemán Mayer sostenía que eran de un cosaco de Napoleón enterrado en 1814 y el inglés Blake estaba convencido de que se trataba del esqueleto de un hidrocéfalo, un anormal.
El cráneo era extraño, con dos grandes formaciones sobre las cejas, a modo de arcos superciliares, dos fémures enormes, una mandíbula potentísima y de mentón retraído. Era el que hoy conocemos con el nombre de "Hombre de Neanderthal".
A partir de entonces, los hallazgos de huesos y restos fósiles diversos fueron tantos y en lugares tan variados, que ya no fue posible negar la evidencia: el hombre fósil existía y era posible medirlo, reconstruirlo y estudiarlo.
Sin embargo, los descubrimientos que se han sucedido en gran número y en países muy apartados unos de otros, no han ocurrido en el mismo orden cronológico en que vivieron estos hombres fósiles. En cada caso ha sido preciso datar los restos y situarlos en un momento de la historia de la Tierra, cosa no siempre fácil.
Poco tiempo después del encuentro del hombre de Neanderthal, fue hallado el hombre de Cro-Magnon, de raza y constitución completamente distinta. Éste demostraba una nobleza y un estadio de evolución más avanzado que el primero. Los hombres de frente estrecha, baja y mandíbula fuerte, llamados de Neanderthal vivieron en Europa hace unos 100.000 años y crearon la civilización de la piedra tallada.
Los hombres de Cro-Magnon, de frente alta y despejada, y barbilla saliente, fueron los artífices de la piedra pulida y de los períodos prehistóricos más próximos a nosotros.
Poco tiempo después se encontraron restos de hombres en Chancellade y Grimaldi, que demostraron estar emparentados con los anteriores. Estos últimos pertenecían a una raza negroide. Al mismo tiempo que estos hallazgos antropológicos, se descubrieron una serie de rastros, huellas, utensilios y objetos que evidenciaban la cultura de aquellos hombres primitivos, incapaces de expresarse por medio de la escritura. Nacía una ciencia, la Prehistoria, que debió luchar intensamente para que fuese admitida como la antesala obligada de la Historia. El descubrimiento de las pinturas rupestres de Altamira, ocurrido en 1874, por ejemplo, fue considerado como
una superchería hasta 1895 en que se descubrieron bisontes similares a los santanderinos en las cuevas francesas de la Dordogna.
OTRA BIOGRAFIA
(Shrewsbury, Reino Unido, 1809-Down, id., 1882)
Naturalista británico. Charles Darwin era hijo de un médico de buena posición y nieto del famoso médico, filósofo, naturalista y poeta inglés Erasmus Darwin. A pesar de cursar estudios de medicina en Edimburgo y de teología en Cambridge, inducido al parecer por su padre, muy preocupado por su futuro, su interés principal, estimulado entre otros motivos por la lectura de las obras del alemán Humboldt, se centraba en las ciencias naturales.
Este interés le impulsó a incorporarse, en calidad de naturalista de la expedición, al periplo alrededor del mundo del H.M.S. Beagle (1831-1836), al mando del capitán Robert Fitzroy, lo cual lo llevó a viajar por América del Sur, las islas del Pacífico, Australia, Nueva Zelanda y el sur de África.
Durante los viajes Charles Darwin acopió gran cantidad de materiales de todo tipo y realizó las detalladas observaciones que le permitieron, a su regreso al Reino Unido, enunciar la llamada teoría de la evolución, cuyos primeros esbozos comenzaron a tomar forma en 1837 y que tardaría más de dos décadas en ver la luz.
Aunque esta teoría le valió el reconocimiento universal, sus investigaciones le permitieron también confirmar la llamada teoría uniformista del geólogo escocés Charles Lyell (1749-1875), comprobar las relaciones existentes entre las rocas plutónicas y la lava volcánica y establecer las bases de la llamada teoría de la deformación. Así mismo, Charles Darwin formuló la teoría acerca de la formación de los arrecifes coralinos en vigor en la actualidad.
Entre sus diversas observaciones, tuvieron gran importancia los estudios efectuados en las islas Galápagos acerca de la gran diversidad de pinzones de aquellas latitudes, todos ellos perfectamente adaptados a diferentes nichos ecológicos. La combinación entre sus trabajos de campo y la lectura de una obra muy en boga por entonces, Ensayo sobre el principio de la población, de Malthus, le inspiró el desarrollo de la concepción básica de la teoría de la selección natural.
El fruto de sus trabajos, basados en métodos que han constituido auténticos modelos para la investigación científica posterior, lo plasmó, esencialmente, en su obra Sobre el origen de las especies, que se agotó el mismo día de su publicación (24 de noviembre de 1859) y fue traducida casi de inmediato a la mayoría de los idiomas cultos.
En dicha obra, Darwin propone, por un lado, que las especies no son inmutables, evolucionan con el tiempo y descienden unas de las otras y, por otro, que la principal causa de la evolución es la llamada selección natural, es decir, la supervivencia de los mejor adaptados, que, gracias a dicha adaptación, disponen de mayor cantidad de oportunidades para salir airosos en la lucha por la obtención de unos recursos limitados (alimentos, etc.), imprescindibles para su supervivencia.
La publicación de su obra principal le granjeó la animadversión de amplios sectores de la Iglesia Anglicana, opuestos a cuestionar la interpretación liberal de la Biblia, y suscitó innumerables polémicas acerca de la evolución del mono al hombre.
Darwin, que había reflexionado largamente respecto a la conveniencia o no de publicar sus trabajos, y que los dio a conocer, en colaboración con Wallace, impulsado por una comunicación que le daba noticia de hallazgos similares por otros investigadores, no participó directamente en las polémicas y dejó que fuera el biólogo británico Th. H. Huxley el encargado de asumir el peso de la defensa de su teoría de la evolución. A su muerte, Charles Darwin fue enterrado en Westminster, en el panteón de hombres ilustres del Reino Unido.
Obras:
El origen de las especies (On the Origin of Species by Means of Natural Selection, 1859)
La variación de los animales y de las plantas bajo la domesticación (The Variation of Animals and Plants under Domestication, 1868)
La descendencia humana y la selección sexual (The Descent of Man, and Selection in Relation to Sex, 1871)
Los efectos de la fecundación directa y de la fecundación cruzada en el reino vegetal (The Effects of Cross- and Self-Fertilisation in the Vegetable Kingdom, 1876)
Las diferentes formas de flores en plantas de la misma especie (The Different Forms of Flowers on Plants of the Same Species, 1877).
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