LINCOLN ABRAHAM (1809-1865)




Lincoln, Abraham , 16º presidente de Estados Unidos (1861-1865), que condujo a la Unión a la victoria en la Guerra Civil estadounidense y abolió la esclavitud.

LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA. Cuando en I783 finalizó la guerra de la independencia norteamericana, los trece Estados que constituían la República de los Estados Unidos apenas contaban con 4 millones de habitantes. Sin embargo, la población creció con tanta rapidez que en el año 1860 el número de norteamericanos se aproximaba a los 30 millones. A medida que los blancos conquistaban nuevos territorios, los indígenas fueron exterminados sistemáticamente hasta quedar reducidos a un minoría inapreciable.
La Constitución federal de I787 estableció el régimen político de la joven república. Cada Estado sería soberano y autónomo, excepto en los intereses comunes. El poder ejecutivo de la Unión recaería en el presidente, a quien se conferían poderes amplísimos. Ello explica que el acontecimiento político más importante de los Estados Unidos gire siempre en torno de las elecciones presidenciales.
George Washington, primer presidente, fue reelegido en I792, y de no haber rehusado hubiera ejercido el mandato presidencial por tercera vez. La capital de la Confederación fue erigida en homenaje al gran general y héroe de la independencia.
Verdaderas oleadas de inmigrantes ingleses, alemanes e irlandeses, etc., pasaron a las nuevas tierras, que fueron roturadas. Se instalaron fábricas y crecieron numerosas ciudades. En 1803, siendo presidente Jefferson, el territorio se vió acrecentado con la compra de la Luisiana, cedida por Napoleón a cambio de 15 millones de dólares. En 1819 España les vendió la Florida. En cuanto a Texas, Nuevo México y California, fueron incorporados a costa de México. En 1866 Rusia accedió a la venta de la península de Alaska, solicitada por el Gobierno Federal por siete millones y medio de dólares. Mientras tanto, la colonización del Far-West, al Oeste del Mississipí, añadía nuevos territorios a la República. Su crecimiento político y demográfico fue tan extraordinario que en los comienzos del siglo xx constaba ya de cuarenta y cinco Estados con una población total que se aproximaba a los 8o millones de habitantes.
Sin embargo, se daba una gran diferencia entre los Estados del Norte y los del Sur. En éstos (Maryland, Virginia, Carolina del Norte y del Sur, Georgia, Florida, Luisiana y Texas) existían enormes latifundios dedicados a cultivos propios de países tropicales: arroz, azúcar, tabaco, algodón, etc. Los grandes propietarios empleaban esclavos negros en sus inmensas plantaciones, lo cual les permitía vivir en la opulencia. Los sufrimientos de los pobres negros, que habían sido "cazados" en las selvas africanas y vendidos a los potentados del Sur, eran inenarrables. Tanto es así, que en Carolina del Norte se imponían multas a quienes enseñaban a escribir a los negros, y las mujeres negras a veces daban muerte a sus pequeños para librarlos de la esclavitud. La publicación de la novela titulada La cabaña del tío Tom puso de relieve el género de vida que llevaban los negros.
Los Estados del Norte, en cambio, eran países industriales, de población blanca, en los que imperaba la igualdad y la libertad de trabajo; sus leyes rechazaban la esclavitud y pugnaban por desarraigarla de los demás Estados de la Unión.
Surgió entonces una admirable figura: Abraham Lincoln (18o9-1865), hijo de un colonizador de Kentucky que se abrió paso en la vida a costa de esfuerzos, trabajo y perseverancia. Fue mozo, barquero, dependiente, comerciante, agrimensor y empleado de correos, mientras iba enriqueciendo su formación intelectual. Establecido como procurador en la capital de Illinois, adquirió tal reputación que sus conciudadanos le eligieron miembro de la Asamblea y, más tarde, representante en el Congreso de Washington. Lincoln se colocó abiertamente en favor de la abolición de la esclavitud. Sus discursos en favor de los negros causaron tal impresión, que los Estados del Norte le nombraron candidato a la Presidencia de los Estados Unidos. Los del Sur declararon que si resultaba elegido se separarían y constituirían una nación independiente.
Las elecciones presidenciales de 1860 dieron el triunfo a Abraham Lincoln y, antes de que éste se posesionara de su cargo, los Estados confederados del Sur anunciaron la secesión, nombrando presidente a Jefferson Davis y estableciendo la capital en Richmond (Virginia). Lincoln declaró ilegal la secesión y el Congreso le concedió los créditos necesarios para sostener un ejército de medio millón de hombres. Los regimientos que salían en dirección al Sur eran aclamados por la multitud y la guerra civil dio comienzo.
El general Robert Lee, al frente del Ejército sudista, infringió serias derrotas a los ejércitos del Norte, poco experimentados en el arte de la guerra. Sin embargo, Lincoln, con la aprobación del Congreso, anunció que si antes del 10 de enero de 1863 los Estados del Sur no habían depuesto las armas, los esclavos negros serían declarados libres. Ello hizo que los negros huyeran en masa hacia los Estados del Norte y pasaran a engrosar las filas del ejército de la Unión luchando con gran entusiasmo. Mentras tanto se incremento la construcción de buques de guerra, que comenzaron a bloquear las costas del Sur.
La guerra duró cuatro años (1861-1865) y está considerada como una de las contiendas civiles más sangrientas que registra la Historia. En ella fueron librados más de dos mil combates en los que los muertos y heridos solían contarse por millares. Al fin, gracias a la energía y tenacidad de Lincoln, los ejércitos sudistas fueron derrotados por el general Ulises Grant y la guerra acabó con la victoria de los Estados del Norte.
Desaparecieron los negreros y una ley convirtió a los esclavos en ciudadanos libres de los Estados Unidos. Aunque poco después Lincoln moría asesinado, la libertad de los negros era un hecho; sin embargo, la igualdad con los blancos no debía llegar, puesto que poco después los Estados del Sur idearon la «segregación» bajo el lema de iguales, pero separados, y así surgieron toda clase de servicios públicos para blancos y otros parecidos, muy inferiores, para negros.
El progreso de la nación norteamericana fue enorme. En 1869 se terminó la primera línea férrea transcontinental. La producción de algodón se duplicó después de la libertad de los negros, y a partir de 1867 la emigración europea fue tan intensa que se triplicó la población; se construyeron numerosos ferrocarriles, se levantaron industrias y la producción manufacturera se cuadruplicó mientras la minera se multiplicaba por siete.
La expansión fue iniciada por el general Grant y después continuada por Cleveland, ambos presidentes de los Estados Unidos. Grant emprendió una guerra a muerte contra los indios «modocs» y sometió a los imormones». Pronto Norteamérica entró en la vida del imperialismo, es decir, de las conquistas y de la colonización.
Monroe, quinto presidente de los Estados Unidos de América, el día 2 de diciembre de 1823 dirigió un célebre mensaje al Congreso, en el que formuló el criterio que debía regir en política exterior, resumido en la famosa fórmula: «América para los americanos". Tal doctrina se tradujo prácticamente en los siguientes hechos: los Estados Unidos pidieron la evacuación de las tropas francesas establecidas en México para asegurar en el trono de dicho Estado a Maximiliano de Austria; en i88i impidieron a Chile recoger los frutos de su victoria contra el Perú; en i895 pretendieron intervenir en el pleito entre Venezuela e Inglaterra, para determinar los límites de la Guayana inglesa; en i898, y con el pretexto de la voladura del Maine, declararon la guerra a Espafía obligándola, por la fuerza de las armas, a renunciar a su soberanía sobre la isla de Cuba, y a cederles, además, Puerto Rico, Filipinas y Guam. Más tarde se anexionaron las islas Hawai (1898) y algunas otras del archipiélago de las Samoa (1899). La posesión del canal de Panamá puso en 1914 en sus manos el control político de las naciones de América central y el monopolio comercial de todo el Continente.

Al comenzar el siglo xx, Norteamérica disputaba a Inglaterra el título de primerísima potencia mundial.

Para Imitar:
Abraham Lincoln Nunca Se Dio Por Vencido
Tal vez el mayor ejemplo de persistencia sea Abraham Lincoln. Si quiere aprender de alguien que no se dio por vencido, no busque más. Nacido en la pobreza, Lincoln enfrentó la derrota a lo largo de toda su vida. Perdió ocho elecciones, dos veces fracasó en los negocios y sufrió un colapso nervioso.
Podría haberse dado por vencido muchas veces, pero no lo hizo, y como no lo hizo, se convirtió en uno de los más grandes presidentes en la historia de los Estados Unidos. Fue un campeón, y nunca cejó en su empeño. El siguiente es un bosquejo del camino de Lincoln hasta la Casa Blanca:

1816 Desalojan a su familia de su casa. Tiene que trabajar para mantenerla.
1818 Muere la madre.
1831 Quiebra.
1832 Se presenta para la legislatura estatal y pierde.
1832 También pierde su trabajo. Quiere entrar en la facultad de derecho pero no puede.
1833 Pide dinero prestado a un amigo para iniciar un negocio y al final del año quiebra. Pasa casi diecisiete años de su vida pagando su deuda.
1834 Vuelve a presentarse para la legislatura estatal, gana.
1835 Se compromete para casarse, su prometida muere y queda destrozado.
1836 Tiene un colapso nervioso total y está en cama durante seis meses.
1838 Trata de ser portavoz de la legislatura estatal. Es derrotado.
1840 Trata de ser elector. Es derrotado.
1843 Se presenta nuevamente para el Congreso -esta vez gana-, va a Washington y se desem-peña bien.
1848 Se presenta para la reelección en el Congreso. Pierde.
1.849 Trata de ocupar el cargo de jefe de catastro en su estado natal. Es derrotado.
1854 Se presenta para el Senado de los Estados Unidos. Pierde.
1856 Intenta obtener la nominación para vicepre-sidente en la convención nacional de su partido. Obtiene menos de cien votos.
1858 Se presenta nuevamente para el Senado norte-americano. Vuelve a perder.
1860 Es elegido presidente de los Estados Unidos.

El camino era díftcíl y resbaladizo. Se me resbalaba un pie y sacaba al otro del camino, pero ?ne recuperaba y me decía a mí mismo: "Es un tropezón y no una caída"




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