Mateo Alemán (1547-1613?), novelista español. Es el primer autor de la novela picaresca cuya identidad está claramente establecida.
Nació en Sevilla en el seno de una familia de raigambre judía, especialmente por la rama de su madre, Juana de Henero (o Enero). El padre, Hernando Alemán, era un médico que había ejercido su oficio en Badajoz antes de trasladarse a Sevilla, donde trabajó como cirujano de la Cárcel Real desde 1557. Siguiendo los pasos de su progenitor, Mateo se graduó en Artes y Filosofía y luego, en 1564, comenzó a estudiar Medicina en Salamanca. Al año siguiente se matriculó en la Universidad de Alcalá de Henares, más rígida y austera que la salmantina. Sin embargo, no llegó a licenciarse, pues murió su padre en 1567 y tuvo que regresar a Sevilla para hacerse cargo de la familia. Las escaseces lo forzaron a solicitar un préstamo de 210 ducados de oro al Capitán Alonso Hernández de Ayala. Éste concedió el dinero a condición de que Mateo se casara con su protegida, Catalina de Espinosa, si la cantidad no era devuelta en el plazo previsto. Como la suma no fue restituida, Mateo Alemán debió aceptar un matrimonio indeseado. En lo sucesivo, practicó diversos oficios: primero fue recaudador del subsidio de Sevilla, y luego viajó a Madrid en 1571, para ocupar el puesto de inspector de recaudadores o 'contador de resultas de S.M.'. Cuando regresó a Sevilla, se matriculó en la Universidad para estudiar Leyes. Desordenado en sus gastos, pronto volvió a endeudarse, a tal extremo que, ante el acoso de los acreedores, fue encarcelado en 1580. Al salir de prisión, regresó a Madrid, pero no pudo enderezar su fortuna y volvió a llevar esa vida llena de dificultades que, según la crítica, le permitió expresar el estoicismo picaresco de Guzmán de Alfarache.
Mateo Alemán había escrito el prólogo a los Proverbios morales, de Alonso de Barros, y también era el traductor de dos odas de Horacio, pero esa inquietud literaria no quedó plenamente de manifiesto hasta 1597, cuando terminó la primera parte de su obra más conocida, Guzmán de Alfarache, impresa en Madrid en 1599. Su personaje central, como todo héroe picaresco, es un perpetuo vagabundo cuyas penalidades le sirven para justificar moralmente su desconfianza.
A pesar del gran éxito de la novela, Mateo Alemán no pudo resolver sus problemas económicos y las deudas volvieron a llevarlo a prisión en 1602, el mismo año en que aparecía una falsa secuela del Guzmán, firmada por Mateo Luján de Sayavedra. Aún dolido por esta falsificación, Alemán editó en 1604 la Vida y milagros de San Antonio de Padua y la Segunda parte de la vida de Guzmán de Alfarache, atalaya de la vida humana. Pero, como sus finanzas no mejoraron, decidió pasar a las Indias y establecerse en México. Allí aparecieron su Ortografía castellana (1609) y los Sucesos de fray García Guerra, arzobispo de Méjico (1613).
Después de El Lazarillo de Tormes (1554), Guzmán de Alfarache constituye la cumbre de la picaresca. Su presentación de la ruindad de ciertos personajes ya no constituye, como en el Lazarillo, un motivo de risa debido a ridiculeces individuales o de clase, sino la manifestación de una maldad inseparable de la condición humana. Éste es uno de los rasgos a partir de los que se puede apreciar la gran diferencia que existe entre el optimismo moderado del renacimiento y el aspecto dramático y moralista del barroco, influido por la Contrarreforma.
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