Pedro I el Cruel
(1334-1369), rey de Castilla y León (1350-1369). Hijo de Alfonso XI y María de
Portugal, heredó el trono en medio de una compleja situación política y de una
profunda crisis económica. Su padre había tenido diez hijos bastardos con
Leonor de Guzmán, entre los que estaba el conde de Trastámara, el futuro
Enrique II. Durante el periodo de 1351 a 1353, el reinado de Pedro I estuvo
presidido por la figura de Juan Alfonso de Alburquerque, que con su actuación
agudizó la crisis política del momento y preparó el estallido de la contienda
civil. Durante el gobierno de Alburquerque, Leonor de Guzmán fue asesinada, se preparó
la alianza de Castilla con Francia, y se pactó el matrimonio de Pedro I con
Blanca de Borbón que se celebró a mediados de 1353. Sin embargo, el rey
castellano, nada más conocer que la dote pactada no podía ser pagada, abandonó
a su esposa y volvió con María de Padilla, con quien estaba unido
sentimentalmente desde 1352. A partir de este momento, y aprovechando la orden
de prisión que el rey dictó sobre doña Blanca, se produjo una rebelión
nobiliaria capitaneada por el bastardo Enrique de Trastámara, que pretendía el
trono castellano; el maestre de Santiago don Fadrique y Juan Alfonso de
Alburquerque. La guerra civil no tardó en comenzar y con ella las sangrientas
represiones que el rey impuso a los rebeldes y que le valieron el calificativo
de Cruel. En 1354 Pedro I se casó con Juana de Castro a la que pronto repudió
también.
Durante el conflicto
civil Pedro I contó con el apoyo de la pequeña nobleza y las ciudades, mientras
que muchos de los nobles sublevados se refugiaron en Aragón, donde Pedro IV el Ceremonioso
les ofreció su ayuda. La guerra castellana, que duró desde 1356 hasta 1369, se
convirtió así en un conflicto peninsular entre Castilla y Aragón.
Durante estos años, y
en medio de numerosas batallas, se firmaron diferentes treguas. En julio de 1363
se concertó la Paz de Murviedro por la que Calatayud, Tarazona y Teruel pasaron
a manos castellanas; el infante Fernando, hermano del rey aragonés, que también
aspiraba al trono castellano, fue asesinado. Sin embargo, en 1364 Pedro I
reanudó la lucha, y el conflicto peninsular entró a formar parte de la guerra
de los Cien Años.
En enero de 1366
mercenarios franceses y aragoneses vinieron a España para ayudar al conde de
Trastámara en sus pretensiones al trono. Con este apoyo, Enrique fue proclamado
rey en Calahorra (marzo de 1366) y se adueñó de todo el reino a excepción de
Galicia. Por su parte, Pedro I solicitó ayuda a Inglaterra y pactó con Eduardo
el Príncipe Negro, la intervención en la contienda española. De esta manera los
ejércitos trastamaristas fueron derrotados en Nájera (1367). Pero el triunfo
final fue para Enrique, que consiguió la ayuda de tropas francesas mandadas por
Bertrand Du Guesclin. Éstas derrotaron definitivamente a Pedro I en Montiel en
marzo de 1369. En este mismo lugar el rey Pedro fue asesinado y el bastardo
subió al trono con el nombre de Enrique II.
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