Alejandro IV
(1199-1261), papa (1254-1261). Su pontificado se caracterizó por continuar la
política de sus antecesores, tendente a reafirmar el poder temporal del Papado.
Rinaldo, su nombre de
pila, nació en la localidad italiana de Anagni en el seno de una familia noble.
Era conde de Segni y sobrino del papa Gregorio IX, quien le nombró cardenal
diácono en 1227 y cardenal obispo de Ostia en 1231. Sucedió a Inocencio IV como
sumo pontífice romano en 1254. Durante su papado reforzó el poder de la
Inquisición, especialmente desde 1257, año en que decretó el procedimiento
sumario contra las herejías. Combatió el quietismo, el panteísmo, el extremismo
de los denominados “apostólicos” y el fenómeno de los flagelantes. En 1259
llamó a Roma a santo Tomás de Aquino, quien le sirvió como consejero en la
curia papal. También intentó buscar la reconciliación con la Iglesia de
Oriente, pretendió reconducir a la Orden de los Agustinos Ermitaños para que
abandonaran su comportamiento monástico y se integraran en el mundo, y mostró
un especial interés por la orden femenina de las clarisas (estableció una regla
de vida para sus comunidades y, en 1255, canonizó a su fundadora, santa Clara
de Asís).
Por lo que se refiere
a su política exterior, intentó organizar una cruzada contra los tártaros y
continuó la guerra contra Manfredo (hijo natural del emperador Federico II),
quien se había adjudicado la regencia de Sicilia y al que Alejandro IV
excomulgó, entregando dicho feudo papal a Edmundo (hijo del rey Enrique III de
Inglaterra) en 1255. Falleció en 1261 en Viterbo, y fue sucedido en el solio
pontificio por Urbano IV.
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