OCTAVIO AUGUSTO (63 a.c. 14 d.c.)





Cuando Cesar fue asesinado, el pueblo romano, que le era adicto, rechazó a los asesinos y se adhirió a los vengadores, acaudillados por Marco Antonio. Pero Cesar había adoptado en testamento a Octavio Augusto su sobrino, que  era un joven de dieciocho años. Marco Antonio y Octavio se asociaron con Lépido, gobernador de la Galia, y formaron el segundo triunvirato para repartirse el poder. Pero muy pronto surgió la discordia entre ellos y Lépido fue vencido por Octavio. Marco Antonio, que había ido a Oriente para castigar a Egipto, se dejó seducir por Cleopatra, reina de este país, en cuya compañía vivió varios años.
Todo esto, unido al agravio que suponía el haber repudiado Antonio a Octavia, hermana de Octavio Augusto, provocó la guerra entre ambos. Después de la batalla de Actium, Octavio entró en Egipto y marchó contra Marco Antonio, el cual se suicidó, al igual que Cleopatra. De este modo Egipto quedó en poder de Roma y Octavio dueño de la República. Nos encontramos ya en el siglo I de nuestra Era.
El gobierno ejercido personalmente por Octavio Augusto y sus sucesores, recibió el nombre de Imperio. A partir de entonces el poder fue estable y fijo, personal. Octavio evitó darse el título de dictador y, en el año 27, comunicó al Senado su intención de "volver a colocar la República a disposición del Senado y del pueblo"; además, alegando motivos de salud, y opinando que la normalización de la vida política romana no exigían medidas de excepción, renunció al cargo de procónsul.
La maniobra era de gran estilo y sagacidad política, por lo que la reacción (prevista de antemano) fue la súplica general de que no abandonase el poder. Augusto se hizo rogar y, finalmente, asumió todos los poderes, ante cuyo hecho el Senado le otorgó el sobrenombre de Augusto, o Sagrado. Desde entonces figuró en los textos, inscripciones y monedas con los tres nombres de "Imperator, Caesar, Augustus".
La paz y la prosperidad fueron generales y Roma se embelleció con grandiosos monumentos. Se promulgaron sabias leyes, se moralizaron las costumbres, y las provincias fueron administradas efectivamente. El pueblo se acostumbró al poder absoluto y todos reconocieron los beneficios de esta paz, que llamaron "la paz romana". Al morir Augusto en el año 14 fue deificado, instituyéndose desde entonces el llamado "culto al emperador".
Augusto no tuvo hijos y adoptó a Tiberio, su hijastro, el cual en sus primeros tiempos gobernó con justicia. Después, y a raíz de una conspiración hizo perecer a numerosos senadores, hasta que murió asesinado. Calígula su sucesor, era un epiléptico dotado de índole perversa; cayó en la más extravagante tiranía, haciéndose adorar en lugar de Júpiter y llevando su locura al extremo de nombrar cónsul a su caballo. Fue asesinado por el prefecto de la guardia pretoriana, cuyos componentes proclamaron a Claudio emperador. Éste era un hombre sencillo y recto que no supo impedir los crímenes y orgías de sus esposas Mesalina y Agripina. Esta última le envenenó para asegurar en el trono a su hijo Nerón, gordo y miope. Teniendo la posible competencia de Británico, hijo de Claudio, lo hizo asesinar. Despertáronse en Nerón unos instintos tan crueles que le impulsaron a cometer toda clase de crímenes y monstruosidades; su nombre ha quedado como epíteto, que se aplica a los más crueles tiranos. Hizo dar muerte a su propia madre y a su ejemplar esposa Octavia, y mató a la infame Popea de un brutal puntapié. Sus maestros, Burro y Séneca, fueron también sentenciados a muerte. La misma suerte corrió el gran poeta Lucano, por no haber aplaudido los malos versos compuestos por el emperador. Nerón era un ególatra que se creía superior en todo al resto de los mortales. Declamaba versos en el teatro y guiaba carros en las carreras. Incendió a Roma a fin de encontrar inspiración para la composición de un poema sobre la destrucción de Troya. El incendio de la capital duró 17 días, y para apartar las sospechas que se centraban en su persona, culpó a los cristianos, decretando contra ellos la primera de las persecuciones generales. Hízolos perecer en gran número envueltos en pieles, destrozados por las fieras en el anfiteatro, o bien convertidos en llameantes antorchas que alumbraban los paseos y jardines, mientras tenían lugar verdaderas orgías. Las legiones se sublevaron contra tal despotismo y acorralado por las tropas del general Galba, Nerón se vio obligado a  suicidarse mientras exclamaba: "¡Qué gran artista pierde el mundo!"
A su muerte sucedió un gran desorden y tras los breves
mandatos de Galva, Otón y Vitelio, las tropas de Oriente nombraron a Vespasiano (69-79), perteneciente a la familia Flavia. Vespasiano reinó diez años; era un hombre recto que prestó innumerables beneficios al Imperio. Reparó todo cuanto Nerón había destrozado, en especial la hacienda y la disciplina en el Ejército. Tito (79-81), su hijo, fue un modelo de solicitud hacia las necesidades del pueblo y, aunque no reinó más que dos años, mereció ser llamado "delicia del género humano", porque tenía por perdido el día que no hacía buenas obras.
Durante su reinado, en el año 79 tuvo lugar la erupción del Vesubio que sepultó las ciudades de Pompeya y Herculano. En su tiempo fue destruida Jerusalén, arrasado el templo, y los judíos dispersados por todas las provincias del Imperio.
Su hermano Domiciano (81-96), era el reverso de la medalla. Renovó los días de Nerón, cometió tantas atrocidades contra los cristianos y persiguió con tal saña y crueldad a quienes consideraba presuntos enemigos o conspiradores, que acabó asesinado, víctima de un complot en el que participó su propia esposa.
Los conjurados que asesinaron a Domiciano nombraron emperador a Nerva (96-98), anciano senador y renombrado jurista. Nos hallamos ya en el comienzo del siglo II de la Era Cristiana, época en que se abre un período dichoso para el Imperio, llamado "edad de oro" o "época de los Antoninos".
Trajano (98-117), hijo adoptivo de Nerva, le sucedió en el trono. Era natural de Itálica, ciudad hispana, situada en la Bética. Fue uno de los mejores emperadores de Roma, notable político y hábil guerrero. Dilató el Imperio hasta los confines de la India y emprendió la construcción de magníficos edificios, vías, puentes y acueductos. Sus victorias han quedado perpetuadas en la famosa columna trajana de Roma. Su figura resultó, no obstante, ensombrecida por el hecho de haber ordenado una nueva persecución contra los cristianos.
Adriano (117-138) y Antonio Pío (138-161) fueron asimismo excelentes emperadores y grandes gobernantes que supieron imprimir a la legislación un hondo sentido humanitario. Marco Aurelio, "el filósofo" (161-180), fue un verdadero sabio; príncipe prudente y pacífico, se vio obligado a sostener un gran número de guerras contra los partos de Oriente y los germanos del Danubio. En sus famosos Pensamientos fijó el contenido moral de las doctrinas estoicas que profesaba. "El mejor modo de vengarse de los malvados -escribía- es no parecerse a ellos. Hasta los dioses son indulgentes con los perversos. Bien puedes hacer como los dioses." Sin embargo, su
limpia historia quedó empañada por haber promovido otra persecución contra los cristianos.
Su hijo Cómodo (180-192), que le sucedió, fue tan loco y criminal como Nerón; cometió gran número de excesos e infamias, hasta que fue asesinado, víctima de una conjura palatina.

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